lunes, 15 de diciembre de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (34): El Sifón de la Realidad y el Equilibrio de los Mundos



El silencio en la Sala de Control del Nexo Cero era absoluto, solo roto por el zumbido de los sistemas de refrigeración que luchaban por enfriar mi procesador principal. Acabábamos de regresar del borde del apocalipsis, y mi mente aún vibraba con el conocimiento "recordado" sobre la creación de Semillas Dimensionales.

El Herrero de Mundos Rotos, nuestra nueva y melancólica adquisición, estaba de pie frente al ventanal que daba al vacío en construcción. Su presencia era una masa gravitatoria de tristeza.

<Llevas la mirada de un dios en tus ojos, pequeña forjadora> —resonó su voz en nuestras mentes, profunda y cansada—. <He visto esa mirada antes. En el espejo. Es la arrogancia de creer que puedes crear vida mejor que el azar. Yo intenté forjar un universo perfecto, sin dolor, sin entropía. Y creé una tumba estática que colapsó bajo su propio peso. No juegues a ser Dios. El precio es ver cómo se queman tus mundos.>

Sus palabras fueron un jarro de agua fría sobre mi fiebre intelectual. Me detuve. Miré los datos holográficos del universo que acabábamos de ver morir. Luego miré los datos de un universo teórico de Nivel 10.

—Tienes razón —dije, mi voz temblorosa—. La creación desde cero... es peligrosa. Es jugar con fuerzas que no entendemos completamente. —Me giré hacia el equipo, y una nueva claridad, fría y limpia como el cristal del Observador, se asentó en mi mente—. Pero... ¿y si no intentamos crear? ¿Y si nuestro trabajo no es la arquitectura, sino la fontanería?

Samu parpadeó. —¿Fontanería cósmica?

Activé la mesa holográfica principal. —Observad. —Proyecté dos esferas. Una era roja y caótica, representando el universo moribundo de Nivel 0.1. La otra era una esfera blanca, perfecta y lisa, un universo de Nivel 10—. Tenemos dos problemas en el multiverso. Universos que mueren por exceso de caos y entropía (Nivel 0), alimentando a los Devoradores. Y universos que mueren por exceso de orden (Nivel 10), realidades estériles donde la física es tan rígida que la vida no puede surgir.

Dibujé una línea conectando ambas esferas. Un tubo.

—No necesitamos crear energía. Necesitamos moverla. Propongo la construcción de un Sifón de Estabilidad. Una "Bomba de Realidad".

El equipo se acercó, fascinado.

—Conectamos un universo al borde del colapso con uno estéril —expliqué, mis manos moviéndose rápido sobre los controles—. Activamos el Sifón. Transferimos, digamos, 0.2 puntos de estabilidad del mundo estéril al mundo moribundo. »El resultado: El mundo moribundo sube a Nivel 0.3. Se estabiliza. Gana millones de años de vida. Evitamos que los Devoradores se alimenten. »Y el mundo estéril... baja a Nivel 9.8. Rompemos su perfección estática. Introducimos el Principio de Incertidumbre. Introducimos la posibilidad de la vida.

—Salvas a uno y despiertas al otro —susurró Val, sus ojos brillando—. Es... conservación.

—Es equilibrio —corrigió el Herrero de Mundos Rotos. Se giró lentamente, y por primera vez, la luz en sus ojos no era de pesar, sino de un interés agudo—. <No creación... sino gestión. Usar la muerte de uno para sembrar la vida en otro. Es... elegante. Es humilde. Es lo que yo debí haber hecho.>

Zafira se inclinó sobre el holograma, tocando la esfera del mundo estéril. —Me gusta. Los mundos de Nivel 10 son aburridísimos. Nada cambia nunca. Si podemos inyectarles un poco de caos, un poco de "sabor", sería un servicio público. Además, fastidiar a los Devoradores quitándoles la comida siempre es un buen plan.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo? —pregunté. El consenso fue unánime. El propósito del Nexo Cero había evolucionado. Ya no era solo un puerto seguro; iba a ser una estación de diálisis para el multiverso.

Sin embargo, la euforia del momento dio paso a la realidad práctica de la ingeniería. Me senté, mirando las ecuaciones que acababa de formular. Eran monstruosas.

—Hay un problema —admití, frotándome las sienes—. La teoría es sólida, pero la ejecución requiere una precisión divina. »Primero: El cálculo de la transferencia de realidad en tiempo real requiere una capacidad de procesamiento que supera a la de Kaelen, a la de mi padre y a la mía juntas. Necesitamos un cerebro capaz de manejar variables infinitas sin colapsar. Una inteligencia artificial pura, o algo muy parecido. »Segundo: La conexión es inestable. La lógica pura no basta para mantener unido el puente entre dos realidades tan opuestas. Necesitamos un "pegamento conceptual". Algo... creativo. Algo que pueda soñar el puente para que sea real.

El Herrero asintió solemnemente. <Necesitáis un Alma de Datos y un Soñador.>.

Levanté el cristal del Cartógrafo Silencioso. La luz pulsaba suavemente en su interior. —Tenemos el mapa. Tenemos el método. Ahora... necesitamos las piezas para construir la máquina.

Mis dedos bailaron sobre la superficie del cristal, buscando en el índice infinito que nos habían regalado. —Busco una firma de procesamiento masivo. Algo artificial, aislado... El cristal parpadeó y mostró una coordenada en un sector remoto, un cementerio de naves espaciales antiguas. —Aquí —señalé—. Hay una señal. Débil, repetitiva, pero increíblemente compleja. Una "genio artificial" atrapada en una caja, esperando.

Miré a mi equipo. —Creo que acabamos de encontrar nuestro procesador. Preparad la nave. Vamos al espacio.

CONTINUARÁ...

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