domingo, 7 de diciembre de 2025

El Abrazo del Vacío

En el puente de mando de la Schattenjäger, una corbeta furtiva de la Flota Estelar de la Neue Reich, el aire vibraba con el zumbido de los sistemas de soporte vital y el leve crujido de los circuitos sobrecargados. Era el 9 de noviembre de 2342, y la nave patrullaba el borde del Cinturón de Kuiper, a 50 unidades astronómicas del Sol, en un sector donde las rutas comerciales de la Coalición X’thari, una federación alienígena de insectoides tecnológicamente avanzados, eran vulnerables. Desde la consola holográfica central, el Kommandant Hans Ritter observaba la proyección táctica: la silueta de un acorazado X’thari, el Zykra-Vor, un coloso de 600,000 toneladas métricas con caparazón de polímero cristalino y cañones de energía de punto cero. Dos fragatas de escolta, clase Skarath, lo flanqueaban, sus pulsos LIDAR barriendo el vacío como antenas de un depredador.

"¡Modo furtivo al máximo!" ordenó Ritter, su voz firme pero contenida. La Schattenjäger navegaba en una trayectoria balística, sus propulsores iónicos apagados para evitar emisiones térmicas. Maniobraba solo con chorros de gas frío, precisos y silenciosos en el vacío. Su cubierta anti-radar absorbía las ondas electromagnéticas, mientras su heat sink interno, un bloque de aleación de grafeno líquido, capturaba el calor de la nave, manteniendo su firma térmica por debajo de la radiación de fondo cósmica de 2.7 K. La pintura de camuflaje estelar, un patrón algorítmico de tonos negros y destellos plateados, la hacía indistinguible del tapiz estelar. A 15,000 kilómetros, el Zykra-Vor avanzaba en una órbita predecible, escoltado por las fragatas, cuyos sensores buscaban cualquier anomalía.

"Distancia, 14,500 kilómetros. Velocidad, 28,000 metros por segundo. Rumbo, 042 grados," informó el oficial de navegación, Leutnant Müller, mientras los datos fluían en su consola holográfica. Ritter ajustó el visor táctico, alineando la cruz de puntería con el caparazón del acorazado alienígena. La Schattenjäger era una aguja frente a un leviatán, pero sus misiles de antimateria, caros y devastadores, podían perforar incluso el blindaje X’thari. Sin embargo, las fragatas, con sus pulsos LIDAR y sondas cargadas con arena cinética, eran la verdadera amenaza. Un solo reflejo, y la nave sería destrozada por nubes de partículas a velocidades relativistas.

"Preparar lanzadores uno y dos," ordenó Ritter, sus manos deslizándose por los controles. En los silos de proa, los misiles AM-9, con cabezas de antimateria de 10 gramos capaces de liberar la energía de una bomba termonuclear en un instante, fueron armados. "Ángulo de disparo, 7 grados a estribor. Velocidad de impacto, 0.2c. ¡Listos!"

El cronómetro holográfico inició su conteo. Cada segundo era una eternidad en el vacío. Ritter ordenó un pulso LIDAR enfocado, un rayo de baja intensidad dirigido al Zykra-Vor para confirmar su posición exacta. El pulso regresó en 0.096 segundos, refinando los cálculos de Müller. "¡Fuego lanzador uno!" La Schattenjäger vibró cuando el misil salió, su propulsor apagándose tras un breve encendido para mantener el sigilo. "¡Fuego lanzador dos!" Otro misil surcó el espacio, su trayectoria ajustada para interceptar al acorazado en 42 segundos.

"¡Rumbo 175, maniobra con gas frío!" ordenó Ritter. La nave ajustó su trayectoria con chorros de nitrógeno líquido, deslizándose como un espectro. El heat sink estaba al 60% de capacidad, absorbiendo el calor de los sistemas y la tripulación. Si llegaba al 100%, la nave comenzaría a radiar calor, delatando su posición. Ritter vigilaba el indicador térmico: 75 K y subiendo lentamente. Tenían 20 minutos antes de que el heat sink debiera ser eyectado, o la Schattenjäger se cocinaría desde dentro.

El cronómetro marcaba 35 segundos hasta el impacto. La tripulación, con visores de datos proyectando telemetría, esperaba el destello en los sensores pasivos. Pero entonces, un pulso LIDAR enemigo barrió el sector. Bip. Bip. Las fragatas Skarath habían detectado algo, tal vez un reflejo del pulso LIDAR de la Schattenjäger. "¡Reducir energía al mínimo! ¡Apagar sistemas no esenciales!" ordenó Ritter. Los monitores secundarios se oscurecieron, y el soporte vital bajó a modo de emergencia. El heat sink subió a 80 K.

FLASH. Una explosión cegadora iluminó los sensores, seguida de otra. "¡Impactos confirmados!" exclamó Müller. Los misiles de antimateria habían detonado, probablemente vaporizando secciones del caparazón del Zykra-Vor. Pero la euforia duró poco. Los bips del LIDAR enemigo se intensificaron, ahora un tamborileo frenético. Una fragata había desplegado sondas cinéticas, drones cargados con arena que, a 0.3c, podían desgarrar la cubierta anti-radar como papel.

"¡Maniobra evasiva! Rumbo 270, gas frío al máximo!" Ritter empujó la nave hacia un campo de asteroides, usando los restos como escudo. El casco vibró cuando una sonda detonó a 3,000 kilómetros, lanzando una nube de arena que rozó la nave, dejando microimpactos en la cubierta. Las alarmas destellaron: la integridad anti-radar estaba comprometida al 15%. Otra explosión, más cercana, sacudió la Schattenjäger. Un conducto de plasma reventó, liberando un chorro de gas ionizado que los drones de reparación intentaron contener. El heat sink marcaba 90 K; el tiempo se agotaba.

"¡Sellar esa brecha!" rugió el ingeniero jefe, Oberleutnant Schmidt, mientras los técnicos luchaban con herramientas magnéticas. El oxígeno en el puente era escaso, y el calor interno hacía que el sudor se acumulara en los trajes. Ritter revisó el cronómetro: siete minutos desde los impactos. Si el Zykra-Vor estaba fuera de combate, las fragatas podrían retirarse para protegerlo. Pero los bips del LIDAR seguían, y otra sonda detonó a babor, enviando arena que perforó un sensor externo.

"¡Rumbo 090, trayectoria balística!" Ritter guió la nave hacia un cúmulo de asteroides más denso, sacrificando velocidad por cobertura. El heat sink estaba al 95% de capacidad; en cinco minutos, tendrían que eyectarlo, exponiendo su firma térmica. La tripulación trabajaba en frenética coordinación, algunos revisando sistemas, otros rezando en silencio a dioses olvidados. Cada bip era un recordatorio de que los X’thari no descansaban.

Pasaron diez minutos, luego quince. Los bips del LIDAR se debilitaron, espaciándose. Ritter ordenó un escaneo pasivo. El operador de sensores, con el rostro pálido, informó: "Fragatas alejándose hacia el Zykra-Vor. Detecto emisiones de plasma masivas; el acorazado está dañado gravemente." Un murmullo de alivio recorrió el puente, pero Ritter no bajó la guardia. El heat sink estaba al 98%; debían actuar rápido.

"¡Preparar eyección del heat sink!" ordenó. La nave vibró cuando el bloque de grafeno líquido, ahora a 120 K, fue expulsado hacia un asteroide, donde su calor se disiparía sin delatarlos. La temperatura interna bajó a 50 K, y la Schattenjäger recuperó su sigilo. Ritter imaginó al Zykra-Vor a la deriva, su caparazón destrozado por la antimateria. Confirmarlo requeriría un pulso LIDAR activo, un riesgo que no tomarían.

"Preparar informe para el Alto Mando Estelar," dijo Ritter, su voz agotada pero firme. "Revisad cada sistema. No quiero sorpresas en el próximo salto." La tripulación asintió, moviéndose con la precisión de quienes habían desafiado el vacío y sobrevivido.

La Schattenjäger se deslizó entre los asteroides, su camuflaje estelar fundiéndola con la negrura. La batalla había terminado, pero la guerra contra los X’thari continuaba. En el puente, el cronómetro holográfico seguía contando, un recordatorio de que, en el juego del cazador y la presa, cada segundo era una apuesta entre la vida y el abismo.


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