—Una Biblioteca Ciega… —murmuró Valkyrie, con los brazos cruzados sobre el pecho. Estábamos de vuelta en la sala de reuniones de nuestro universo de bolsillo, el regalo de los Netherlords—. Un nombre apropiado para un lugar sin sonido. La infiltración será una pesadilla táctica.
—Y una pesadilla social —añadió Zafira, flotando sobre un cojín de humo cobrizo que había conjurado—. ¿Cómo se supone que voy a lanzar mis piropos más ingeniosos si nadie puede oírlos? Es una tragedia.
Samu, por su parte, me miraba con una intensidad que ignoré mientras trazaba ecuaciones en la interfaz holográfica de la mesa. —Podríamos usar un hechizo de vínculo telepático, Nat. Sería sencillo…
—No —la corté, mi tono más tajante de lo que pretendía—. La telepatía puede ser interceptada o generar su propio "ruido" psiónico. Si hay carroñeros con habilidades psiónicas, seríamos un libro abierto. Además, ya sabes que no me gusta la magia en mi cabeza.
Samu suspiró. —La Decana de la Academia de Brujas de Morgath sigue enviándote la matrícula cada semestre, ¿sabes? Aún murmura sobre la "inmensa esencia" de tu alma y cómo la desperdicias "cacharreando".
Sonreí para mis adentros. Todo había empezado de una forma tan ridícula. Un error burocrático de una diosa becaria en el Departamento de Reencarnaciones me había marcado como "pendiente de asignación" en lugar de "humana estándar". Eso llamó la atención de un dios menor, un tipo encantador y peligrosamente atractivo con aspecto de estrella de rock, que me invitó a tomar algo para "aclarar el papeleo". El bar, por supuesto, era el "Tiro Cósmico", un antro interdimensional donde una Valquiria fuera de servicio (Valkyrie) y una bruja exiliada (Samu) ahogaban sus penas. Encontré el amuleto de Zafira colgado del respaldo de una silla, como si alguien lo hubiera olvidado. Una cosa llevó a la otra.
Mi mente saltó a la gala de la academia de brujas, a la que me arrastraron Samu y la Decana. Allí conocí a Cassandra, una estudiante de la raza de las Lamia, mujeres serpiente con la habilidad de soñar retazos del futuro. Estaba sufriendo, sus sueños eran un caos doloroso. Yo no hice nada especial, de verdad. Solo me senté con ella, apliqué un poco de lógica científica a sus visiones, le ayudé a catalogarlas como si fueran datos, a encontrar patrones en lugar de ahogarse en el ruido. Desde esa noche, Cassandra no solo sueña el futuro; lo ve. Se convirtió en la oráculo más poderosa de siete dimensiones.
Ese "incidente" fue lo que me dio el valor para contactar con los Netherlords. Les dije que podía hacer algo importante para ellos, y ellos, de alguna manera, ya lo sabían. Como recompensa por mi "potencial", nos regalaron este universo de bolsillo, nuestro hogar.
Un carraspeo me sacó de mis recuerdos. En la puerta estaba la Unidad Siete, el líder de los 19 cambiaformas que compartían nuestro universo. Hoy llevaba la apariencia de un broker de Wall Street, con un traje impecable y el pelo engominado.
—Disculpa la interrupción, Jefa —dijo, mostrando una tablet—. Solo una actualización rápida del Proyecto Fortuna. Como puedes ver en esta presentación de PowerPoint, nuestras máquinas anti-trampas han sido instaladas en 37 nuevos casinos mágicos este trimestre. Las ganancias han aumentado un 12%. Los Grifos de la Banca de Orión-6 quieren hacer un pedido masivo.
—Excelente, Siete. Hablaremos de ello más tarde —respondí, despidiéndole con un gesto. Su proyecto de negocio era la razón por la que podíamos permitirnos los componentes exóticos que necesitaba. ¿Cómo evitar que elfos con visión de futuro, demonios con telequinesis o magos lectores de mentes desplumen un casino? Con mi ciencia. Y con sus habilidades de venta.
—Volviendo al problema —dije, proyectando un nuevo holograma en la mesa—. Necesitamos comunicación no sonora. He diseñado unos comunicadores psio-textuales. No transmiten pensamientos, solo convierten impulsos neuronales específicos en texto y lo proyectan en la retina del receptor a través de un enlace de grafeno cuántico. Es limpio, silencioso y no se puede hackear sin acceso físico.
Pasé las siguientes horas en mi laboratorio, un caos organizado de cables, herramientas de precisión y algún que otro peluche de Pegaso observándome desde una estantería. Soldé las microbaterías arcanas que Samu me había preparado y calibré las interfaces neuronales. Mientras trabajaba, abrí un canal seguro.
—Cassandra, soy Nat.
La imagen de la mujer serpiente apareció en mi monitor. Sus ojos dorados y sin párpados me miraron desde su santuario.
<Ya te esperaba, Natalia. La Biblioteca Ciega te llama. Veo... cristal que se rompe en silencio. Veo manos de metal y manos de carne buscando la misma página de un libro que no está escrito en tinta. Ten cuidado. Lo que buscas no es la plaga… es la cura. Y algunos creen que ciertas enfermedades son necesarias.>
La comunicación se cortó. La cura… no la plaga. Eso lo cambiaba todo.
Nos reunimos frente a un arco de metal que yo misma había construido, el generador de portales. Valkyrie había pulido su armadura y afilado su hacha de energía. Samu llevaba un nuevo atuendo de bruja de batalla, dejando atrás el traje de sirvienta, y sostenía un báculo que crepitaba de poder. Zafira se había puesto un velo de seda hecho de luz de estrellas, lo cual para ella era ir completamente vestida.
Cada una llevábamos un pequeño dispositivo sobre la sien. Lo activé.
En la esquina superior de mi visión, apareció una línea de texto verde esmeralda.
<NATALIA D.>: Prueba de comunicador. ¿Me leéis?
<SAMU>: ¡Alto y claro, pastelito! ¡Esto es genial! Puedo enviarte emojis de corazones, ¿verdad? ❤️❤️❤️
<VALKYRIE>: Recepción confirmada. Todos los sistemas en verde. A tus órdenes, Nat.
<ZAFIRA>: Mmm, sí, funciona. Aunque me parece una forma muy poco glamurosa de ligar.
Miré el portal, cuyas energías ya se arremolinaban, mostrando un vacío de un negro absoluto y silencioso. La Biblioteca Ciega nos esperaba. Junto con los carroñeros que habían oído la misma llamada.
<NATALIA D.>: Muy bien, equipo. Recordad las reglas. Cero sonido. Cero magia audible. Encontrad la investigación de los Creadores. Cassandra dice que es una cura, así que la prioridad ahora es recuperarla, no destruirla. Manteneos juntas. Entramos.
Y una por una, cruzamos el umbral hacia un mundo donde el silencio era la única ley.
El paso a través del portal fue como sumergirse en algodón negro. El cambio más impactante no fue visual, sino la total y absoluta aniquilación del sonido. Mis oídos, privados de cualquier estímulo, generaron un leve pitido en un intento desesperado por encontrar una señal. Estábamos en un mundo donde el silencio era el estado natural de la materia.
Activé mi comunicador, y el texto verde apareció en mi retina.
<NATALIA D.>: Informe de situación. Todas las unidades, confirmen estado.
<VALKYRIE>: Valkyrie, confirmada. Entorno hostil pero estable. Preparada para el combate.
<SAMU>: Samu aquí. ¡Qué sitio más espeluznante! Es como estar dentro de una burbuja de aislamiento. ¿Seguro que no puedo poner algo de música ambiental? 🎶
<ZAFIRA>: Zafira. Aburrida. No hay nada brillante que robar. Avisadme si veis una joya sónica o algo así.
Ignoré las últimas dos entradas. Mi atención estaba fija en el paisaje. Estábamos en un "valle" entre dos torres colosales que se perdían en una oscuridad superior. No eran de metal ni de piedra, sino de un material cristalino que contenía, en su interior, millones de cubos de datos perfectamente apilados, las verdaderas estanterías de la Biblioteca Ciega.
El suelo y las paredes de las torres estaban cubiertos por la flora nativa: las "plantas" fono-reactivas que ya conocíamos. Eran inmensos crecimientos hexagonales, blindados y bioluminiscentes, que pulsaban con una luz azulada. Eran los árboles de este bosque silencioso. Y entre ellos, moviéndose lentamente, estaba la fauna. Cientos de puntos de luz verdosa y anaranjada se deslizaban por el suelo. Las babosas cristalinas.
<NATALIA D.>: Atención. Tenemos contacto. Múltiples formas de vida nativas. Recordad el informe: la luz es curiosidad, el sonido es comida.
Justo en ese momento, una de las luces más grandes, del tamaño de un perro, cambió de rumbo y comenzó a deslizarse hacia nosotros. Era un "cazador". Su cuerpo gelatinoso brillaba, y docenas de púas cristalinas en su lomo refractaban la luz de nuestros trajes. Valkyrie levantó su hacha de energía, su luz zumbando silenciosamente.
<NATALIA D.>: ¡Val, no! ¡Quieta! No hagas ruido. Es lento, solo le atrae nuestra luz. Si no hay "comida", perderá el interés.
<VALKYRIE>: ¿Segura? Se acerca.
<NATALIA D.>: Segura. Atenuad todas las fuentes de luz externas. Al mínimo.
Obedecieron. A medida que el brillo de nuestros equipos disminuía, el cazador pareció confundirse. Se detuvo, sus púas girando para tratar de localizar la fuente de luz que se desvanecía. Tras un momento, reanudó su lento deambular, atraído por el resplandor de una de las plantas gigantes en la distancia.
<SAMU>: Uf, por los siete infiernos. Funciona. Eres una enciclopedia con falda, Nat.
<NATALIA D.>: La supervivencia se basa en el conocimiento. Ahora, a trabajar. Las torres son demasiado grandes para explorarlas al azar. Los Creadores habrían instalado los cubículos de lectura en zonas seguras, lejos de las molestias de la fauna. Debieron usar algún tipo de repelente. No sónico, obviamente. Escanearé en busca de vacíos en la distribución de la fauna o de frecuencias electromagnéticas anómalas.
Activé los sensores de mi traje, proyectando un mapa tridimensional del área en mi visor. La distribución de las luces de las criaturas era casi uniforme, un mar de puntos brillantes. Pero tras unos minutos de análisis, encontré lo que buscaba. A unos trescientos metros, había un "agujero" casi perfecto en el patrón. Una zona esférica de unos treinta metros de diámetro extrañamente vacía de vida.
<NATALIA D.>: Tengo un objetivo. Seguidme. Con cuidado y en silencio absoluto.
Nos movimos a través del bosque de plantas silenciosas, esquivando a los lentos cazadores y a los pequeños y rápidos "carroñeros" que se mantenían en las sombras. Al llegar al borde de la zona vacía, vimos la causa. Empotrado en la pared de una de las torres había un cubículo de lectura, su contorno apenas visible. Un tenue campo de energía, casi imperceptible, debía ser el repelente.
Entramos en el cubículo. Era espartano: un hueco para la identificación a la izquierda y un panel holográfico oscuro a la derecha. Introduje mi mano en el hueco izquierdo. No esperaba que funcionara, pero alguna energía residual debía quedar. El panel de la derecha cobró vida, proyectando un teclado y una barra de búsqueda en un silencio total.
Tecleé las palabras clave que Cassandra me había dado: "Corrupción de Silicio", "Cura", "Protocolo Final".
La base de datos respondió, mostrando la signatura de un único cubo de datos. Estaba aquí. Contenía todo lo que los Creadores habían aprendido sobre su propia plaga... y cómo detenerla.
<NATALIA D.>: Lo tengo. Iniciando la extracción.
Seleccioné el archivo. Una luz en el techo del cubículo parpadeó y, en las profundidades de la torre, algo comenzó a moverse. Y entonces, el universo se rompió.
Un chirrido metálico, agudo y oxidado, resonó desde el interior de la torre. El mecanismo de recuperación, sin mantenimiento durante eones, se quejaba con cada centímetro que se movía. Para nosotras, era un simple ruido molesto. Para este plano, era un banquete.
Al instante, todas las luces del valle se detuvieron. Y luego, todas se giraron hacia nosotros. Cientos de ellas. Los lentos cazadores comenzaron su avance implacable. Los rápidos carroñeros emergieron de las sombras, un enjambre de luces hambrientas que se precipitaba hacia el cubículo. El sonido de la máquina era un faro, un reclamo que prometía la mejor comida en milenios.
<VALKYRIE>: ¡Estamos rodeadas! ¡No podemos salir!
<SAMU>: ¡Si peleo, las explosiones atraerán a más! ¡Es una trampa mortal!
El brazo mecánico seguía acercándose, arrastrando el cubo de datos y emitiendo su canto fúnebre. Estábamos atrapadas. Luchar significaba morir. No hacer nada significaba morir. Mi mente se aceleró, descartando variables, buscando una tercera opción en una ecuación imposible.
Y entonces, la encontré. Era una locura. Era contraintuitivo. Pero era nuestra única oportunidad.
<NATALIA D.>: No ataquéis. No os mováis. Tengo una idea. Va a ser arriesgado. Preparaos para correr cuando dé la señal.
<SAMU>: ¿Qué idea? ¡Nos van a devorar!
<NATALIA D.>: Samu, confía en mí. No necesito un hechizo de fuerza. Necesito que hagas lo contrario. Cuando te lo diga, necesito que lances el pulso de silencio más potente que jamás hayas conjurado. Justo aquí.
El caos era un ballet silencioso de luces hambrientas. Cientos de criaturas, grandes y pequeñas, convergían en nuestro cubículo, atraídas por el chirrido agónico del mecanismo de la biblioteca. Estábamos en el centro de un huracán que se arremolinaba, a punto de ser devorados.
<NATALIA D.>: Samu, ¡AHORA! ¡Crea un vacío sónico! ¡Absorbe el sonido de la máquina!
Samu asintió, con el rostro tenso por la concentración. No hubo cánticos ni gestos grandilocuentes. Cerró los ojos y todo su ser se convirtió en el epicentro de una anomalía. No fue una explosión, sino una implosión. Un pulso de "anti-sonido" emanó de ella, una ola de pura nada que se extendió por el valle.
El efecto fue instantáneo y surrealista. El chirrido metálico de la máquina no se detuvo, pero fue borrado. El concepto de sonido fue cancelado en una esfera de cincuenta metros a nuestro alrededor. Para las criaturas nativas, fue como si el festín más delicioso del universo se hubiera convertido en ceniza en sus bocas invisibles.
Se detuvieron en seco. Sus luces bioluminiscentes parpadearon erráticamente. Los cazadores, más grandes, retrocedieron un par de pasos, confundidos y repelidos por esa "anti-comida" mágica. Los carroñeros, más pequeños, se dispersaron en un pánico silencioso.
El plan de Nat había funcionado. Habíamos creado una ventana.
<NATALIA D.>: ¡Val, el cubo! ¡Ve!
Valkyrie no necesitó que se lo dijeran dos veces. Salió disparada del cubículo como un misil rojo. Con una fuerza sobrehumana, saltó, se agarró al brazo mecánico que aún se movía silenciosamente en nuestro vacío sónico, arrancó el cubo de datos de su pinza y aterrizó de nuevo junto a nosotros en menos de tres segundos.
<VALKYRIE>: ¡Lo tengo!
<SAMU>: ¡No puedo mantener el vacío mucho más tiempo! ¡La presión de la realidad quiere volver a entrar!
Justo cuando nos preparábamos para correr hacia la zona de extracción, una nueva amenaza se materializó. De las sombras entre las torres de la biblioteca emergieron cinco figuras. No eran criaturas. Eran altas, delgadas y se movían con una eficiencia inhumana. Sus cuerpos eran una fusión de carne pálida y cromo pulido, y sus rostros eran máscaras espejadas sin rasgos. El "Gremio de Carroñeros" que Cassandra había previsto, aunque su aspecto era más de un culto tecnológico.
En el visor de la figura principal apareció un texto en rojo sangre.
<UNIDAD 734>: Entregad la muestra de datos, organismos primarios. La tecnología de los Creadores será asimilada. La resistencia es ineficiente.
El pulso de silencio de Samu comenzó a flaquear. El chirrido de la máquina volvió a filtrarse, primero como un susurro, luego creciendo en intensidad. Las criaturas nativas empezaban a recuperarse de su conmoción, atraídas de nuevo por la comida. Estábamos atrapados entre un enjambre hambriento y un escuadrón de cyborgs asesinos.
<NATALIA D.>: ¡No tenemos tiempo para esto! ¡Zafira, plan B!
<ZAFIRA>: ¿Estás segura, Nat? ¡Ese Eco Dimensional vale una fortuna!
<NATALIA D.>: ¡Nuestras vidas valen más! ¡Lánzalo! ¡Lejos de nosotros, hacia esa torre de la derecha! ¡Dale al universo el concierto de rock más ruidoso de su historia!
Zafira sonrió por primera vez en toda la misión. De su mano surgió una de las esferas de luz pulsante que nos dieron los Netherlords. La lanzó con la fuerza de un genio. La esfera voló cien metros y se estrelló contra una de las gigantescas plantas fono-reactivas.
La detonación no fue una explosión de fuego, sino de pura realidad. Un Big Bang en miniatura. Un GONG que resonó no solo en el aire, sino en el tejido del espacio-tiempo. Fue el sonido más grande que esta dimensión había experimentado en eones.
El efecto fue cataclísmico. Todo el ecosistema entró en un frenesí. Miles, quizás decenas de miles de criaturas de todo el valle se lanzaron ciegamente hacia el punto de impacto, ignorándonos por completo. Los cyborgs, momentáneamente sorprendidos por la magnitud del evento, se vieron obligados a defenderse del enjambre.
Pero ocurrió algo más. Algo que nadie podría haber previsto.
La energía pura del Eco Dimensional reaccionó con los cubos de memoria de las torres. Por un instante, toda la Biblioteca Ciega se iluminó como una supernova. Millones de cubos de datos resonaron a la vez, y nuestros comunicadores se volvieron locos. Fuimos bombardeadas por un torrente de datos, fragmentos de información de los Creadores que se proyectaron directamente en nuestros visores: mapas estelares de galaxias desconocidas, ecuaciones de física imposible, planos de máquinas arcanas y, lo más impactante, un rostro. La imagen holográfica de un ser alto y elegante, con piel de nácar y ojos como nebulosas, nos miró por una fracción de segundo.
Un secreto mucho mayor estaba guardado aquí. La biblioteca no era solo un archivo, era un testamento.
<NATALIA D.>: ¡Samu, el portal, AHORA!
Aprovechando la distracción total de nuestros enemigos, Samu abrió un desgarro en la realidad. Saltamos a través de él, dejando atrás el caos, el frenesí de las criaturas y a los cyborgs luchando por sus vidas.
Aterrizamos de vuelta en nuestro apartamento, el silencio del plano mortal reemplazado por el zumbido de nuestros propios sistemas. Estábamos a salvo. Valkyrie colocó el cubo de datos sobre la mesa. Habíamos conseguido la cura.
Pero en mi mente, la imagen de ese rostro, de ese Creador, seguía grabada. Y sabía, con absoluta certeza, que lo que habíamos encontrado era mucho más que la solución a una plaga. Habíamos encontrado una llave a un misterio de una magnitud que apenas podíamos empezar a comprender.
De vuelta en mi laboratorio, el silencio era bienvenido. El cubo de datos de los Creadores reposaba en un campo de contención en el centro de la sala, mientras yo me concentraba en un problema más inmediato: el torrente de información que había bombardeado nuestros comunicadores.
—¿Lo tienes? —preguntó Samu, asomada por la puerta.
—Casi —murmuré, sin apartar la vista del holograma que mostraba el flujo de datos corruptos—. Mi sistema de grabación de misiones tiene un buffer de sobrecarga diseñado para estas contingencias. No lo capturó todo, pero sí... unos 4.2 terabytes de fragmentos antes de que el bus de datos se colapsara. Es un caos, pero está aquí.
Samu sonrió. —Sabía que tu portátil mágico podría con ello.
—No es mágico, es ciencia bien aplicada —repliqué por instinto.
Me recosté en mi silla, observando mi propio reflejo en la pantalla oscura. Natalia D. N.D. Qué curioso, nunca me había parado a pensar en ello. Mi propia vida había comenzado como un expediente con un "No Data", una anomalía en el sistema cósmico sin un origen claro, hasta que aquella diosa becaria cometió su error providencial. Quizás, en el fondo, yo también era un archivo corrupto buscando ser descifrado.
—Lo que me fascina —dijo Samu, entrando y señalando un Eco Dimensional estabilizado que usábamos como fuente de energía para el laboratorio— es el poder en bruto que desatasteis. ¿De dónde vienen realmente estas cosas, Nat?
—He estado investigando eso —dije, contenta de cambiar de tema—. Los Netherlords son herméticos, pero he cruzado datos de setenta y dos dimensiones diferentes. No son "naturales". Mi mejor teoría es que son una forma de ciencia ritual avanzada. Toman la "energía onírica", la esencia psíquica colectiva de una civilización consciente a lo largo de su existencia, y la "cristalizan" en el momento exacto de la muerte térmica de su universo. Es como embotellar el último suspiro de una realidad.
—Un universo semilla... —susurró Samu, asombrada.
—Exacto. Y sí, es casi seguro que así es como crean los universos de bolsillo, como este. No lo crearon de la nada; tomaron la "semilla" de una realidad muerta y la expandieron, dándole nuevas reglas. Nosotras vivimos, literalmente, en el fantasma de un universo.
CONTINUARÁ...