El golem de Kaelen, un collage de pesadilla de ciencia y corrupción, se abalanzó sobre nosotras. Su puño, una centrifugadora del tamaño de un coche, descendió para aplastarnos.
<NATALIA D. (vía comunicador)>: ¡Formación de ídolo, "Danza del Gato Cuántico"! ¡Ahora!
Puede que sonara ridículo, pero nuestro entrenamiento forzado nos había inculcado una sincronización perfecta. Nos dispersamos en un instante, esquivando el golpe que dejó un cráter en el suelo. La precisión de nuestros movimientos, perfeccionada para el escenario, se convirtió en una letal danza de combate.
—¡Toma esto, pedazo de chatarra! —gritó Samu.
Su magia, normalmente sujeta a las rígidas leyes de otras dimensiones, aquí era libre. Lanzó un hechizo que, en lugar de una bola de fuego, se manifestó como un enjambre de pastelitos de fresa explosivos. Impactaron contra el golem, no con fuerza bruta, sino con una lógica absurda, haciendo que sus articulaciones se atascaran con merengue corrosivo.
<ZAFIRA>: ¡Mi turno de brillar!
Zafira se disolvió en una risa y reapareció como un centenar de copias ilusorias de sí misma, cada una realizando una pose de ídolo diferente. El golem, cuyos sensores estaban diseñados para la lógica, no pudo procesar la sobrecarga de "kawaii". Giró sobre sí mismo, tratando de atacar a todas las Zafiras a la vez, enredándose en sus propios miembros.
Mientras la bestia estaba confundida, noté algo. Sus movimientos eran erráticos, a veces potentes, a veces débiles, como si el piloto estuviera luchando contra los controles.
<NATALIA D.>: ¡Val, su rodilla izquierda! ¡La carcasa del microscopio electrónico está agrietada!
<VALKYRIE>: ¡Entendido!
Con la precisión de una valquiria y la fuerza de una superheroína, Val se lanzó. Su puño, envuelto en un aura de poder psiónico, golpeó el punto débil. El impacto no produjo un estruendo, sino un ¡BOING! caricaturesco, y la pierna del golem se convirtió en gelatina. La criatura se desplomó.
Para rematar, nos reunimos.
—¡"Remate Arcoíris Felino de la Amistad Cuántica"! —gritó Samu, sin que nadie se lo pidiera.
Las cuatro lanzamos un rayo de energía concentrada (magia, poder cósmico, ingenio de genio y un pulso de mi guantelete sónico recalibrado) que se fusionó en un haz multicolor. El rayo impactó en el pecho del golem y, en lugar de explotar, la máquina se deshizo en una lluvia de mariposas brillantes y engranajes que se disolvieron antes de tocar el suelo.
Quedamos de pie, jadeando, en medio del claro. Cuatro chicas con orejas y colas de gato, vestidas con trajes de ídolo desgarrados por la batalla, frente a la ominosa puerta del laboratorio de un genocida. La absurdidad de la situación era abrumadora.
El interior del laboratorio era un shock. En marcado contraste con el caos del exterior, aquí reinaba un orden estéril y desesperado. Mesas de trabajo inmaculadas, equipos de alta tecnología de los Creadores y pizarras holográficas llenas de ecuaciones complejas. Era el santuario de una mente brillante al borde del abismo.
—Mantuvo este lugar aislado de la locura de fuera —dijo Val, sus botas de ídolo resonando silenciosamente en el suelo metálico.
Me conecté a la terminal principal. Los archivos no estaban encriptados. No había necesidad; la propia dimensión era la mejor seguridad. Encontré lo que buscaba: los registros personales de Kaelen.
Mi teoría era correcta, pero la realidad era peor.
<NATALIA D.>: Está infectado. Lo ha estado desde el principio. La Corrupción de Silicio lo está consumiendo desde dentro.
Mostré sus registros médicos en la pantalla principal. Diagramas de su cuerpo mostraban el lento pero inexorable avance de la plaga cristalina.
<NATALIA D.>: Por eso eligió este lugar. Lo explica todo en sus diarios. Esta dimensión no tiene leyes físicas fijas; la realidad se pliega a la voluntad de la conciencia más fuerte de la zona. Mientras estuviera solo, su genio y su desesperada voluntad de vivir eran la única ley. Literalmente, mantenía la plaga a raya por pura fuerza de voluntad.
<SAMU>: ¿Y el tiempo?
<NATALIA D.>: Es maleable. Ralentizó su tiempo personal. Para él han pasado quizás dos siglos. Para el resto del universo, han sido milenios. Se dio a sí mismo todo el tiempo del mundo para encontrar una cura.
<VALKYRIE>: Pero entonces, llegamos nosotras.
<NATALIA D.>: Exacto. Cuatro nuevas conciencias, cuatro voluntades fuertes. Somos una tormenta en su mar en calma. Nuestra mera presencia está destrozando el control que tiene sobre la física local. Por eso sus defensas se activaron de forma tan errática. ¡Está perdiendo el control de su propia realidad!
Encontramos a Kaelen en la cámara central, un laboratorio de contención biológica. Era una figura trágica, muy lejos del elegante Creador que habíamos visto en los datos de la Biblioteca. Estaba conectado a una máquina que zumbaba, y grandes secciones de su cuerpo ya no eran de carne, sino de la misma estructura cristalina y negra de la plaga, mantenidas en estasis por campos de fuerza parpadeantes. Estaba demacrado, pero sus ojos, idénticos a los del holograma, ardían con una inteligencia febril.
—Así que... al final, alguien ha venido —dijo, su voz era un susurro rasposo—. Os he sentido llegar. Como cuatro martillos golpeando el cristal de mi santuario.
—Kaelen —dije, dando un paso al frente—. Se acabó.
Él soltó una risa seca, que se convirtió en una tos dolorosa. —Se acabó... ¿Se acabó qué, niña? ¿Mi investigación? ¿Mi vida? ¡Estaba tan cerca!
—Vinimos a detenerte. A destruir la plaga.
—¿Destruirla? —sus ojos se abrieron con horror y comprensión—. ¡Idiotas! ¡No he estado perfeccionando la plaga! ¡He pasado los últimos doscientos años de mi vida purgándola! ¡Revirtiéndola a su estado original!
Con un esfuerzo tembloroso, señaló un sintetizador biológico a su lado. En su interior, flotando en un gel nutritivo, había una pequeña cantidad de nanites que brillaban con una luz plateada y pura. La panacea.
—El Proyecto Génesis... —dijo—. Casi lo había logrado. Aislar el código original, purgar mi corrupción. Pero se necesita una estabilidad absoluta, un control total sobre las constantes físicas para la secuencia final. Y entonces llegasteis vosotras. Vuestra presencia... vuestras voluntades... están introduciendo el caos en mis ecuaciones. ¡Estáis deshaciendo el trabajo de mi vida!
Nos quedamos sin palabras. El monstruo que habíamos venido a cazar no era un villano que buscaba la dominación, sino un científico penitente que intentaba desesperadamente enmendar el apocalipsis que él mismo había desatado.
Pero antes de que pudiéramos procesar esta revelación, las luces del laboratorio parpadearon y se pusieron rojas. Una alarma, esta vez real y estridente, comenzó a sonar.
—¡La contención! —gritó Kaelen—. ¡La inestabilidad de la realidad está causando fallos en los campos de fuerza!
Ante nuestros ojos, el campo de estasis que contenía la corrupción en su brazo parpadeó y se apagó. El cristal negro comenzó a crecer, extendiéndose visiblemente por su hombro. La plaga, contenida durante siglos por su voluntad, ahora libre por nuestra interferencia, había vuelto.
El monstruo estaba muriendo, y su cura estaba a centímetros de su alcance, pero el tiempo se había acabado. Y teníamos que tomar una decisión imposible: ayudar al hombre que destruyó a su raza a alcanzar su redención, o huir y dejar que su plaga y su cura se consumieran mutuamente en el olvido.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario