La construcción del Nexo Cero avanzaba a un ritmo constante, convirtiéndose en el nuevo eje de nuestras vidas. Kaelen y el Dr. Pesadilla habían desarrollado una extraña pero increíblemente productiva sinergia, discutiendo sobre física teórica y nanotecnología mientras los cambiaformas traducían sus planos en realidad tangible. Mi padre, por primera vez en su vida, parecía... en paz. Su mente, antes una jaula de obsesiones, ahora era un jardín de posibilidades, con mi presencia y la complejidad del proyecto manteniendo a raya su "Síndrome de Frankenstein".
Fue durante una de nuestras tranquilas veladas que me acerqué a Natalia, que estaba, como de costumbre, absorta en un holograma que detallaba las fluctuaciones de la realidad en la Sala 1.
—Nat, necesito pedirte un favor —comencé—. Mi padre... está mejorando. Pero echa de menos su hogar. Hay algunas cosas en su antiguo laboratorio en Aegis City que me gustaría recuperar para él. Libros, fotografías... recuerdos. ¿Podrías abrir un portal para mí?
Natalia levantó la vista de su trabajo, sus ojos esmeralda parpadeando al reenfocarse en el mundo real. —Por supuesto, Val. Considera la misión aprobada. Iré contigo. Un viaje de dos personas es tácticamente más seguro y me permitirá recopilar datos ambientales actualizados de tu dimensión.
Mientras Natalia preparaba el generador de portales, una sombra se deslizó en la habitación. Era Cassandra, la oráculo lamia, su forma serpentina moviéndose con una gracia silenciosa. Sostenía en su mano un único pétalo de flor cristalizado.
—Valkyrie, Natalia —siseó, su voz era un susurro que parecía venir de todas partes y de ninguna—. Un hilo suelto en el tapiz del tiempo. Vais a un mundo de orden, pero buscad el lugar donde la perfección duerme. El tiempo se deshilacha donde el deber es eterno. Tened cuidado.
Nos entregó el pétalo. Era frío al tacto y parecía vibrar con una frecuencia imposible. Antes de que pudiéramos hacerle más preguntas, se deslizó de nuevo hacia las sombras y desapareció.
Aterrizamos en un discreto punto de teletransporte en Aegis City. La ciudad seguía siendo un faro de heroísmo, pero el aire era diferente tras la partida del Paladín de Oro. Había una sensación de vulnerabilidad, pero también de una nueva y honesta determinación.
El antiguo apartamento de mi padre estaba tal y como lo recordaba: una caótica mezcla de laboratorio de vanguardia y un acogedor hogar. Mientras yo buscaba con cuidado entre sus pertenencias —una vieja fotografía de nosotros en un parque, su colección de primeras ediciones de Asimov, el oso de peluche que me construyó cuando tenía cinco años—, Natalia se movía por la habitación, sus sensores zumbando suavemente.
<NATALIA D. (vía comunicador)>: "Interesante. Hay residuos cronales de nivel bajo por todo el apartamento. El trabajo de tu padre con la física temporal dejó... ecos. Es inofensivo, pero fascinante."
Con una caja llena de recuerdos, nos dirigimos a nuestro verdadero destino, guiadas por la ominosa profecía de Cassandra. El Mausoleo del Primer Emperador.
Era el lugar más sereno de todo el planeta. Un complejo de pagodas de jade blanco y jardines zen flotantes, construido en la cima de la montaña más alta. Era un lugar donde la tecnología y la espiritualidad se habían fusionado en una armonía perfecta. Y en el centro, de pie ante la gran puerta de la tumba, como lo había estado durante siglos, se encontraba el Golem de Jade.
No se movió cuando nos acercamos. Su forma de guerrero de jade era una estatua de una serenidad y una fuerza absolutas. Me reconoció, por supuesto. Una luz suave brilló en sus ojos tallados.
—Golem —dije con una respetuosa inclinación de cabeza—. Hemos venido en son de paz. Pero hemos sido advertidas de una perturbación.
El Golem no habló, nunca lo hacía. En su lugar, levantó una mano y una pantalla holográfica de tinta virtual apareció ante él. Con una caligrafía exquisita, escribió:
"Heroína Valkyrie. Científica de las Estrellas. Vuestra llegada es oportuna. Mi vigilia se ve perturbada. El sueño de mi Emperador ya no es pacífico."
Nos guio al interior. La tumba era un lugar de una belleza sobrecogedora. Pero a medida que nos acercábamos a la cámara central donde reposaba el sarcófago del Emperador, el aire se volvía... espeso. El pétalo de Cassandra en mi bolsillo comenzó a vibrar con más fuerza.
La propia realidad parpadeaba. Por un instante, vi la cámara como era, y al siguiente, la vi llena de cortesanos con túnicas de seda. El tiempo se estaba deshilachando.
<NATALIA D.>: ¡Anomalía cronal de Nivel 7! ¡Esto es mucho más que un simple eco! ¡Es un bucle de retroalimentación temporal activa! ¡Es inestable!
El Golem escribió de nuevo, su caligrafía teñida de urgencia.
"Es su último recuerdo. Su momento de mayor conflicto. El peso de alcanzar la perfección. El bucle se repite, cada vez más fuerte. Mi deber es proteger su descanso, pero no puedo interferir en el eco de su alma. Mi lealtad me lo prohíbe."
Ahí estaba la paradoja. El guardián más leal del mundo no podía proteger a su señor de sí mismo. Su deber eterno se había convertido en su jaula.
Miré al Golem, y por primera vez, no vi a un poderoso aliado, sino a un alma gemela. Un ser definido por un deber que el mundo ya no entendía, atado por un juramento a una figura paterna. Comprendí su dolor, su frustración, su impotencia.
—No estás solo en esto —le dije, y el Golem levantó la vista, sus ojos de jade fijos en los míos. El enlace, el entendimiento, comenzó a formarse en ese instante de empatía compartida.
Mientras tanto, Natalia había estado trabajando, sus dedos volando sobre su interfaz. <NATALIA D.>: Lo tengo. Es un bucle de memoria emocionalmente cargado. No podemos romperlo desde fuera; sería como intentar arreglar un reloj con un martillo. Tenemos que entrar, encontrar el nexo del conflicto en el recuerdo y resolverlo desde dentro.
Señaló el corazón del torbellino temporal que rodeaba el sarcófago.
<NATALIA D.>: Puedo crear una "burbuja de realidad" para protegernos de la dislocación temporal, pero solo durará unos minutos. Una vez dentro, estaremos en su mundo, en su recuerdo. Golem, necesitamos tu permiso. Y tu ayuda.
El Golem nos miró, a la científica de otro mundo y a la heroína exiliada. Durante siglos, había estado solo en su vigilia. Ahora, dos extrañas le ofrecían la única oportunidad de cumplir verdaderamente su juramento.
Con una lentitud solemne, asintió y escribió una última línea.
"Salvad la paz de mi Emperador. Mi fuerza es vuestro escudo."
La misión había cambiado. Ya no se trataba de investigar una anomalía. Se trataba de adentrarse en el alma de un hombre perfecto para sanar la herida que ni siquiera el nirvana había podido borrar.
CONTINUARÁ...

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