La palabra "tributo" quedó suspendida en el aire salado, despojando al paraíso de todo su color. La anciana nos condujo al interior de su choza, lejos de oídos curiosos, y con el sonido de las olas como única compañía, nos contó la historia completa.
—No siempre fue así —comenzó, su voz era un susurro frágil como una concha marina—. Antaño, todas las tribus vivían en armonía. Cantábamos las mismas canciones. Pero en la Isla Nocturna, un grupo de hechiceras de la canción se obsesionó con el poder. Creían que la Música de la Creación no debía ser seguida, sino dirigida. Que las melodías de las almas no debían ser escuchadas, sino reescritas.
»Fueron exiliadas. Y en su aislamiento, su música se agrió. Dejaron de cantar en armonía con el mundo y empezaron a componer canciones disonantes, melodías de poder y dominación que retuercen la realidad en lugar de persuadirla. Se hicieron llamar las Hijas de la Noche.
Nos explicó el ciclo de pesadilla. Cada veinticinco años, su poder alcanzaba un cenit y atacaban. No mataban. Su objetivo era más cruel. Con sus canciones perturbadoras, rompían la voluntad de los hombres de la tribu elegida, sobrescribiendo la melodía de sus almas con una nueva partitura de obediencia.
—No mueren —dijo la anciana, con una lágrima recorriendo su arrugado rostro—. Se convierten en... ecos. Marionetas sin mente que las sirven en su isla, para sus labores y... para asegurar que su linaje de solo mujeres continúe. Lord Valerius, vuestro amigo, no entendía nuestras tradiciones. Para él, esto no era un ciclo inevitable, era una abominación. Cuando vinieron a por su isla, hace ya casi un ciclo, luchó contra ellas con sus extraños tesoros de otros mundos. Pero no se puede luchar contra una canción con acero. También se lo llevaron.
La motivación de Zafira, hasta ahora una curiosidad nostálgica, se cristalizó en una furia fría.
Al día siguiente, nos dedicamos a la investigación. Visitamos la isla más recientemente atacada, donde la ausencia de hombres era una herida abierta y sangrante. Las mujeres, aunque intentaban mantener el espíritu de la tribu, se movían con una profunda tristeza.
Samu, como experta en magia, hizo la pregunta crucial a una de las "Guardianas de la Melodía" de la tribu. —Tenéis la Canción de la Resurrección. Si uno de los hombres muriera luchando, ¿no podríais traerlo de vuelta?
La guardiana negó con la cabeza, su expresión era de un horror absoluto. —La Canción de la Resurrección funciona llamando a la melodía única de un alma para que vuelva a su cuerpo. Pero las canciones de las Hijas... son corrosivas. Destrozan y reescriben esa melodía hasta que es irreconocible. Si uno de los... esclavizados... muriera, su alma estaría tan rota, tan disonante, que la Canción de la Creación ya no la reconocería. No habría nada que llamar. Su muerte sería el final absoluto.
La revelación nos heló la sangre. No solo estaban esclavizados en vida, sino que se les negaba la paz incluso en la muerte. Cualquier enfrentamiento violento que causara bajas sería una tragedia irreparable.
Esa tarde, sentadas en una playa desierta mientras el sol se hundía en el horizonte, tiñendo el cielo de naranja y púrpura, formulamos nuestro plan. El ambiente de vacaciones había sido reemplazado por una tensión gélida.
—Valerius era un tonto hedonista, pero era mi tonto hedonista. Y una buena persona —dijo Zafira, su voz desprovista de su habitual picardía—. Nadie esclaviza a mi gente y se sale con la suya. Nadie corrompe un paraíso como este.
—No podemos atacarlas directamente —analizó Samu—. Su magia es sónica y psíquica. Desatar bolas de fuego o escudos de energía sería inútil si pueden deshacer nuestra concentración con una sola nota. Es como intentar lanzar un hechizo en medio de un huracán. Nuestra magia sería ahogada por su coro.
Zafira se quedó mirando las olas, y una lenta y peligrosa sonrisa comenzó a formarse en sus labios. —Entonces no intentaremos hablar por encima de ellas.
—¿A qué te refieres? —preguntó Samu.
—Su poder es un coro desafinado que impone su voluntad, ¿verdad? —dijo Zafira, poniéndose en pie, su forma brillando con una nueva determinación—. Pues bien. No se puede combatir la música con silencio. Se combate con una música mejor y más potente.
Se giró hacia Samu, sus ojos brillando como estrellas cobrizas. —Si ellas son un coro deprimente y disonante, nosotras seremos un dúo de rock operático. Si ellas cantan canciones de dominación, nosotras cantaremos un himno de libertad. ¡Las ahogaremos en nuestra propia melodía!
El plan era una locura. Era audaz. Era puro Zafira. Y era, Samu se dio cuenta, la única oportunidad que tenían.
El capítulo de la investigación había terminado. Ahora comenzaba el ensayo para la batalla de las bandas más peligrosa del multiverso. En el horizonte, la Isla Nocturna parecía observar, envuelta en su manto de tormentas, sin saber que una sinfonía de liberación se preparaba para navegar hacia sus oscuras costas.
CONTINUARÁ...

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