martes, 18 de diciembre de 2012

El chelín, el penique y la crisis de los medios

Fuente: La aldeairreductible
 
Cuenta uno de los acertijos de “El libro de los enigmas de Sherlock Holmes” que cierto día el célebre detective se encontraba en un pequeño pueblo cercano a Essex llamado Dawes Health, cuando el inspector Lestrade le invitó a visitar a una de las atracciones de aquella comarca.

Se trataba del típico “tonto del pueblo” que se había hecho famoso porque al parecer si alguien le daba a escoger entre un penique y un chelín, el muy iluso elegía siempre el penique (una moneda que valía doce veces menos que un chelín).

Para comprobarlo, el policía de Scotland Yard llamó a aquel tonto y le ofreció las dos monedas para que eligiera la que quisiera… efectivamente, el aldeano miró las dos, y cogió con gran decisión la de menos valor, para posteriormente volver a su cabaña mirándola y haciendo curiosos gestos de alegría.

Sherlock que había observado toda la escena, miró maliciosamente a Lestrade y dijo: Querido Inspector, si hay un tonto aquí… no es ese hombre.

Efectivamente… Holmes comprendió al instante que aquel aldeano había encontrado una sencilla fuente de ingresos, modestos sí, pero constantes… Se había convertido en la atracción del pueblo y los peniques seguirían llenando sus bolsillos siempre que fingiera ser tonto y continuara eligiendo la moneda pequeña.

Si alguna vez se hubiese decantado por la moneda más grande es casi seguro que tendría que decir adiós a su chollo. Ese “tonto” representa uno de los más perfectos ideales del marketing: conoce al dedillo lo que quiere ver su público, se lo da y cobra su precio.

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Nuestra actualidad está repleta de estos supuestos tontos de pueblo que se ganan bien la vida haciendo (o fingiendo que hacen) el ridículo y sorprendiendo con lo inesperado. Desde un punto de vista objetivo y racional ofrecen soluciones, productos e informaciones que suenan erróneas, absurdas o estúpidas pero que se han convertido en su principal fuente de ingresos gracias a todos aquellos que las siguen comprando.

Las portadas de La Razón que diariamente tuitea el ínclito Paco Marhuenda ante el escándalo mediático del personal, los reportajes pseudocientíficos de la sección La Contra en La Vanguardia ganando críticas por cada magufada que publica, el Universo paralelo a la realidad de Intereconomía que sonroja con cada declaración de alguno de sus tertulianos o el amarillismo científico de Jose Manuel Nieves capaz de superarse con cada titulárido que regala desde sus artículos en ABC, no son más que actualizaciones del rancio cuento del penique.

Han conseguido su fuente de ingresos y son fieles a ella. ¿Que no son razonables, que no se corresponden con los datos y la realidad objetiva, que son manipulaciones llevadas al absurdo?... ¿y qué?, ¿Crees que ellos no lo saben ya?, Lo saben… como el aldeano del cuento, son conscientes a la perfección que sus surrealismos van a tener el premio de un público tan sorprendido y agradecido que apenas se fijará en la manipulación. Ellos consiguen sus peniques a diario ante el alborozo de un tipo de lector que, como Lestrade, busca con avidez la atracción más que la información.

Llevamos demasiado tiempo soportando frases, tan manidas como falsas, de “crisis del periodismo” o “crisis de la televisión” cuando en realidad lo que tenemos es una “crisis del lector o crisis del espectador”. No existe la crisis del periodismo, en este cuento, los papeles repartidos nos han dejado el personaje de Lestrade.

Telecinco hace sus numeritos rosas para sus agradecidos Lestrades. Intereconomía ofrece el circo conservador que se adapta a las posiciones políticas que sus fieles Lestrades tienen. Iker Jiménez vende las pseudociencias que sus Lestrades esperan tal y como el Sport escribe para los aficionados culés y el Marca para los del Real Madrid… ¿No fue penalti? ¿La reforma laboral es una chapuza? ¿Aquellas luces en el cielo no eran naves nodrizas de Ganímedes?... Sí, dirán ellos, ya sabemos que un penique vale menos que un chelín, pero si lo hacemos bien no conseguimos dinero…

La supuesta crisis del periodismo se acabará cuando termine la crisis de quienes la sustentan, del mismo modo que al tonto del cuento de Sherlock Holmes se le acabará el timo de la estampita cuando dejen de visitarle y ofrecerle monedas. Esa falsa crisis del periodismo acabará cuando finalicemos nuestra crisis como público. Sin lectores y espectadores capaces de ser críticos y objetivos no habrá medios de calidad.

¿Alguien espera que Telecinco, por poner un ejemplo evidente, cambie su programación y se convierta en el paradigma del rigor y la calidad televisiva de la noche a la mañana?... Espero que nadie porque mientras le sea rentable, mientras le sigan visitando, el aldeano jamás cambiará y cogerá el chelín... seguirá eligiendo el penique ante el asombro del Lestrade de turno.

La crisis está en el público antes que en los medios. Recuerda que lo que Lestrade buscaba en aquel pequeño pueblo era asistir al número del tonto perdiendo dinero… y efectivamente lo vio, aunque el tonto no era quién él pensaba.

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