Artículo publicado el 14 de febrero de 2013 en The Physics ArXiv Blog
La historia de los debates sobre SETI durante el descubrimiento de los púlsares nunca se ha contado por completo, hasta ahora.
Uno de los eventos más significativos
para la humanidad, sería la detección de vida inteligente en algún otro
lugar del universo. Este tipo de ‘contacto’ tendrá un profundo impacto
sobre la cultura, sociedad y tecnologías humanas.
La cuestión de cómo manejar tal evento se ha debatido ampliamente. De hecho, la comunidad internacional acordó un ‘Protocolo de Detección’ en 1990, que establece los pasos de que debería seguir un grupo de investigación en caso de producirse un contacto.
Hoy, Alan Penny, de la Universidad de
St. Andrews, en Escocia, cuenta la historia de un incidente real en el
que se consideró seriamente la posibilidad de un contacto con
civilizaciones extraterrestres. Penny reúne varias memorias sobre el
evento para mostrar cómo manejaron los investigadores dicha posibilidad.
El evento en cuestión es el
descubrimiento, el 1967, de los púlsares, que ahora sabemos que son
estrellas de neutrones giratorias que producen pulsos de radio. El
equipo que realizó el descubrimiento estaba dirigido por Anthony Hewish,
que más tarde recibió el premio Nobel por el trabajo, e incluía a la
famosa Jocelyn Bell Burnell, que no compartió el premio.
En esa época, en los albores de la
radioastronomía, el descubrimiento de una fuente de pulsos regulares en
el espacio fue una enorme sorpresa. “Teníamos que enfrentarnos a la
posibilidad de que las señales estuviesen, efectivamente, generadas en
un planeta que orbitaba a alguna estrella lejana, y que fuesen
artificiales”, dijo Hewish posteriormente.
La cronología tras el descubrimiento se
extiende a lo largo de unos 6 meses. En agosto de 1967, Bell observó
unas señales regulares en la misma posición del cielo cada día. Casi
inmediatamente, el equipo consideró la posibilidad de que las señales
estuviesen generadas por Little Green Men (Hombrecillos Verdes) o LGM
como las llamaron.
En diciembre, el equipo confirmó el
descubrimiento usando otro telescopio, y Bell fijó la posición exacta de
la fuente en el cielo.
Poco después, encontró una segunda
fuente de señales y, a mediados de enero, una tercera y cuarta fuente.
Para este momento, el equipo ya había descartado la posibilidad de que
una fuente artificial fuese la responsable y, finalmente, se decidieron
por las estrellas de neutrones como la explicación.
En febrero, el artículo que anunciaba el descubrimiento se aceptó para su publicación en la revista Nature tras un anuncio público el 24 de febrero de 1968.
Penny dice que lo interesante de este
proceso es que, durante el descubrimiento, el equipo debatió las
implicaciones que tendría el hecho de que la fuente resultase tener un
origen artificial, cómo verificar tal conclusión, y cómo anunciarla.
También debatieron sobre si tal descubrimiento podría ser peligroso.
Este proceso es similar al Protocolo de Detección que acordó la comunidad internacional en 1990.
Hay un interesante corolario a esto. El
equipo también debatió la posibilidad de que, si fuese una fuente
artificial, alguien querría contestar.
Penny señala que la comunidad
internacional aún tiene que ponerse de acuerdo sobre el Protocolo de
Respuesta, dado que hay visiones opuestas sobre si dicho curso de acción
sería beneficioso o peligroso para la humanidad.
Esta es una situación que debe
rectificarse. “El episodio de 1967 indica lo difícil que sería construir
una política en la febril atmósfera de un ‘contacto”, dice Penny.
Con las búsquedas SETI centrándose
actualmente en exoplanetas habitables, parece prudente llegar a algún
acuerdo más pronto que tarde.
Artículo de Referencia: arxiv.org/abs/1302.0641: The SETI Episode in the 1967 Discovery of Pulsars
Fecha Original: 14 de febrero de 2013
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