domingo, 31 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (4): Ecos y Neón


 El aire en mi laboratorio había adquirido una cualidad estática durante las últimas tres semanas. Olía a ozono, a café recalentado y al inconfundible aroma metálico del conocimiento recién extraído. El cubo de datos de los Creadores flotaba serenamente en su campo de contención, pero para mí, era la caja de Pandora más compleja que jamás había encontrado. A su lado, varios servidores holográficos proyectaban galaxias de datos interconectados: los 4.2 terabytes de información fragmentada que mi sistema había logrado capturar del pulso de la Biblioteca. Había dormido, en total, unas dieciséis horas desde nuestro regreso. Pero lo había conseguido.

Llamé al equipo. Samu entró primero, seguida de cerca por Val y Zafira, que acababan de regresar de su exitosa misión en el Casino Cosmopoli y todavía desprendían un aire de glamour y peligro de alto octanaje.

—Lo tengo —anuncié, mi voz ronca por la falta de uso—. Tengo el cuadro completo.

Proyecté el archivo central del cubo de datos en el centro de la sala. No era un arma. No era una plaga. Su nombre original era "Proyecto Génesis".

—Los Creadores no estaban construyendo un arma —expliqué, señalando las elegantes líneas de código biológico—. Estaban creando una panacea. Una colonia de nanomáquinas diseñadas para ser la cura universal. Podía reescribir el ADN para erradicar enfermedades genéticas, revertir el envejecimiento, regenerar miembros perdidos, curar cualquier dolencia imaginable. Era la culminación de su civilización, su regalo para el universo.

<ZAFIRA (vía comunicador, por costumbre)>: Suena demasiado bueno para ser verdad. ¿Qué salió mal?

—Alguien con fines de lucro —repliqué, y mi dedo señaló un nombre que parpadeaba en rojo en el organigrama del proyecto—. Un investigador jefe llamado Kaelen. Vio el potencial militar del proyecto. Si los nanites podían reescribir la biología, también podían borrarla. Modificó en secreto el código fuente, pervirtiendo la directiva principal. En lugar de reparar, les enseñó a consumir, a replicarse usando cualquier materia como combustible. Quería venderlo como el arma definitiva.

<VALKYRIE>: Pero se le escapó de las manos.

—Peor —dije, mostrando un registro de laboratorio recuperado—. Lo liberó deliberadamente en una instalación rival para demostrar su poder a unos posibles compradores. Subestimó exponencialmente su capacidad de replicación. En cuestión de meses, su civilización se extinguió, consumida por la misma creación que debía salvarla. La Corrupción de Silicio no fue un accidente; fue un acto de asesinato y estupidez a escala galáctica.

<SAMU>: Un verdadero monstruo.

—Un monstruo que no murió con su gente —continué, girando el holograma hacia los datos recuperados de la explosión de la Biblioteca—. El pulso de datos que capturamos era como el índice de la Biblioteca. Registros, comunicaciones, manifiestos de carga... Encontré esto. —Aislé un único registro de tránsito—. Una Semilla Dimensional activada desde la Biblioteca justo antes de que cayera la última ciudad. El usuario era Kaelen. Escapó. Y los registros muestran su destino: estableció contacto con un conocido traficante de información en los barrios bajos de un mundo llamado Neonarra.

Proyecté una nueva imagen: una ciudad que era una herida de neón en una noche perpetua. Rascacielos que arañaban nubes contaminadas, ríos de vehículos voladores y una lluvia constante que hacía brillar el cromo y el asfalto.

—Neonarra. Una ecumenópolis en la encrucijada de cien dimensiones. Un mundo de tecno-magia, donde los hechizos se descargan en bio-chips y los demonios se usan como procesadores para inteligencias artificiales. Es corrupta, peligrosa y el mayor mercado negro de artefactos y secretos del cuadrante. Si queremos encontrar a Kaelen y la cura original que, con suerte, también robó, tenemos que ir allí y encontrar a ese traficante.


Aterrizamos en un callejón oscuro en el Sector 9 de Neonarra, el "Sumidero". El aire era un cóctel de lluvia ácida, fideos fritos y metal sobrecalentado. El estruendo de la ciudad era una cacofonía de música sintética, sirenas y los gritos de hologramas publicitarios de treinta metros de altura que vendían desde mejoras cibernéticas ilegales hasta contratos vinculantes con diablillos.

Nuestro objetivo era un traficante de información conocido como "Eco", cuya base de operaciones, la "Aguja Estática", se alzaba en el corazón del Sumidero.

—Este lugar hace que el Tiro Cósmico parezca un convento —comentó Zafira, ajustándose una capa con capucha que parpadeaba para imitar los anuncios cercanos, un camuflaje perfecto.

El plan era una infiltración por etapas. No podíamos entrar por la fuerza.

La primera barrera era social. La entrada al territorio de Eco estaba controlada por una banda de ogros mejorados cibernéticamente. La fuerza bruta era una opción, pero ruidosa. Zafira, en cambio, se deslizó hacia adelante. No usó magia obvia, sino su encanto de genio. En un abrir y cerrar de ojos, estaba riendo con el líder de la banda, contándole una historia sobre un tesoro perdido en una luna cercana. Mientras los ogros estaban distraídos, los demás nos deslizamos por una entrada de servicio.

La segunda barrera era tecnológica. Un cortafuegos masivo bloqueaba el pasillo, visualizado como un muro de código rojo y crepitante.

—Un demonio lógico —dije, abriendo mi interfaz—. Está alimentado por la esencia de una entidad caótica para hacer el código impredecible.

Mi batalla fue silenciosa y feroz. En el espacio cibernético, mis algoritmos lógicos, fríos y ordenados, se enfrentaron a las paradojas y los bucles imposibles del demonio. Era como jugar al ajedrez contra un ser que podía cambiar las reglas a cada movimiento. Finalmente, encontré una vulnerabilidad: los demonios son vanidosos. Creé un bucle de código autorreflexivo, un espejo digital que atrapó al demonio en una espiral de autoadmiración, permitiéndonos pasar.

La tercera barrera era física y psíquica. Un largo corredor defendido por rayos láser, placas de presión y... algo más.

—Ondas psiónicas —susurró Val, con los ojos cerrados—. Hilos de pensamiento puro. Si los tocas, alertan a la mente central de la seguridad.

Aquí, Val tomó la delantera. Con su radar psiónico, veía los hilos invisibles como si fueran de neón. Nos guio a través del laberinto mortal con una gracia que desmentía su poder. "Paso a la izquierda. Agáchate. Espera... ahora, tres pasos adelante." Fue como un baile tenso y silencioso sobre un nido de arañas invisibles.

Finalmente, llegamos al santuario de Eco. No era una oficina, sino un nido de cables y servidores. En el centro, flotando en un tanque de líquido refrigerante, estaba Eco. Apenas era humano ya. La mayor parte de su cuerpo había sido reemplazado por bancos de datos y puertos de fibra óptica. Sus ojos eran lentes que proyectaban flujos de información.

<ECO (texto proyectado en el aire)>: El equipo de Natalia D. Una llegada predecible, aunque vuestro método de entrada ha sido... elegante. Buscáis a Kaelen.

<NATALIA D. (vía comunicador)>: Sabes dónde está. Queremos esa información.

<ECO>: La información tiene un precio. Mis rivales han desarrollado un nuevo cifrado basado en la música de las esferas. Indescifrable.

Sabía lo que quería. Un intercambio.

<NATALIA D.>: Te daré algo mejor. Un fragmento de datos de una biblioteca pre-universal. Contiene los planos de un motor de probabilidad cuántica. Podrás calcular cada resultado posible antes de que ocurra. Hará que su cifrado parezca un candado de bicicleta.

Transferí un archivo cuidadosamente aislado. Las lentes de Eco zumbaron mientras lo procesaba.

<ECO>: Un trato justo. Kaelen es un cliente... errático. Se obsesionó con las realidades inestables. Lugares donde las leyes de la física son meras sugerencias. Creía que eran el laboratorio perfecto para perfeccionar su... producto. Estableció su nueva base en un lugar que él llama "el lienzo del caos".

Una imagen se proyectó en el aire: un paisaje de bosques retorcidos, ríos que fluían hacia el cielo y una luna sonriente y a rayas.

<SAMU>: ¡No puede ser! ¡La dimensión de los Gatos-Demonio de Cheshire!

<ECO>: Vuestra información está entregada. Ahora, mi sistema de seguridad ha registrado convenientemente vuestra intrusión. Tenéis noventa segundos antes de que mis ejecutores lleguen. Buena suerte.

La negociación había terminado. La carrera comenzaba.

Salimos del santuario justo cuando las alarmas comenzaban a sonar. El camino de vuelta no fue sigiloso. Droides de seguridad con armas de plasma nos cortaron el paso. Samu desató su poder, creando escudos de energía pura mientras Valkyrie los hacía pedazos. Corrimos por los callejones del Sumidero, una persecución frenética bajo la lluvia de neón. Saltamos entre vehículos voladores, esquivando el fuego enemigo, hasta que llegamos a nuestro punto de extracción.

Samu abrió el portal un segundo antes de que una explosión de plasma vaporizara el callejón. Saltamos a través, de vuelta a la calma de nuestro hogar.

Estábamos agotadas, pero teníamos lo que necesitábamos. Kaelen no solo estaba vivo; estaba activo. Y había elegido el lugar más impredecible y peligroso que podíamos imaginar para continuar su obra demencial. Nuestra próxima parada sería un regreso al mundo de la locura. Y esta vez, no íbamos de visita. Íbamos de caza.

CONTINUARÁ...

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