viernes, 29 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (3): Las Crónicas de Valkyrie y Zafira


 Mientras yo me preparaba para pasar las próximas semanas analizando el cubo y los fragmentos de la biblioteca, la inactividad empezaba a hacer mella en las demás. Valkyrie pasaba horas en el gimnasio, su energía contenida y un punto de melancolía en sus ojos mientras observaba un holocristal con imágenes de su escuadrón de superhéroes en su dimensión natal. Zafira, por su parte, se quejaba de que la falta de estímulos estaba "atrofiando su encanto".

La solución a su aburrimiento llegó en la forma impecablemente trajeada de la Unidad Siete.

—Jefa, Valquiria, Señora Zafira —dijo con una reverencia—. Tenemos un problema que requiere... discreción y un conjunto de habilidades muy específicas. En el Casino Cosmopoli de Xylos, nuestro mayor cliente, alguien está ganando de forma imposible en la mesa de Póker Psíquico de Altas Apuestas. Nuestras máquinas detectan y anulan el juego sucio estándar: telepatía, precognición a corto plazo, transmutación de cartas... pero este tramposo es indetectable. Creemos que está usando una forma de "suerte" mágica muy potente. Necesitamos una experta en magia exótica para identificarla y una especialista en seguridad con un radar psiónico para localizar la fuente.

Valkyrie y Zafira intercambiaron una mirada. Esto era mucho mejor que quedarse de brazos cruzados.

Mientras se preparaban, Val le preguntó a Siete: —¿Cómo acabasteis siendo tan buenos empresarios? Los Netherlords nos dijeron que originalmente erais... otra cosa.

Siete ajustó su corbata. —Nuestro diseño original era para ser el personal de un casino mágico de élite que los Netherlords pensaban instalar aquí: crupieres, seguridad, entretenimiento... Pero analizamos el mercado. "El negocio de los casinos está muy saturado", dijimos. "Es mejor buscar otro plan de negocios". Uno de los nuestros replicó: "¡Pero lo único que sabemos es de casinos!". Y fue la Jefa, en una de sus primeras charlas con nosotros, quien nos dio la clave. Dijo: "Entonces convertid vuestra limitación en vuestra mayor oportunidad". Nos dimos cuenta de que no teníamos que dirigir un casino, sino dar servicio a todos ellos. Los Netherlords quedaron tan impresionados con nuestro plan que nos "regalaron" a la Jefa como parte del paquete. Creyeron que nuestra ambición complementaría su genio.

Zafira se acicalaba frente a un espejo, ajustando unas joyas que parecían gotas de luz de luna. Su amuleto de lapislázuli reposaba sobre un tocador.

—Nunca te lo he preguntado, Zafira —dijo Val, apoyada en el marco de la puerta—. ¿Cómo acabó tu amuleto en la silla de un bar? ¿Y por qué estás aquí? Los genios conceden deseos. Sirven a un amo. Nosotras no somos tus amas.

Zafira se giró, su expresión inusualmente seria.

—Mi último "amo" fue un hechicero que lo había conseguido todo: poder, riqueza, conocimiento... Estaba aburrido. Su último deseo fue: "Deseo una vida tranquila y sin interrupciones".

—¿Y qué pasó?

—Le di exactamente eso —dijo Zafira con una sonrisa triste—. Ahora es un ermitaño feliz en una luna sin nombre en una galaxia olvidada, donde nadie le molestará jamás. Mi trabajo estaba hecho. El amuleto, libre de ataduras, simplemente "fue" a un lugar donde las posibilidades eran infinitas. Esperó a alguien que no buscara un sirviente, sino un compañero de aventuras. Por eso no concedo "deseos". Los deseos son peligrosos, siempre encuentran la forma de retorcerse. Yo prefiero las aventuras. Son mucho más honestas.

Valkyrie asintió, comprendiendo.

—Bueno, pues parece que nos vamos a una —dijo, tendiéndole el amuleto a su amiga.

Y con eso, las dos cruzaron un portal hacia un mundo de neón, azar y magia, dejando a Samu y a mí con nuestros propios misterios. Yo, con mis datos. Y ella, con la tarea de vigilar el cubo, que de vez en cuando, emitía un pulso de luz casi imperceptible, como si soñara con sus creadores perdidos.

***

El Casino Cosmopoli del planeta Xylos hacía que Montecarlo pareciera un bingo de pueblo. Candelabros de energía pura flotaban bajo un techo que era un portal en tiempo real a la Nebulosa Cabeza de Caballo. Criaturas de docenas de dimensiones, desde nobles insectoides con esmoquin hasta demonios de fuego con vestidos de gala, apostaban con gemas del alma y futuros cristalizados.

Valkyrie y Zafira llegaron como si hubieran nacido para estar allí. Val, con su figura de reloj de arena enfundada en un vestido de seda escarlata que era a la vez elegante y permitía una total libertad de movimiento, interpretaba el papel de guardaespaldas. Zafira, por su parte, era el centro de todas las miradas, ataviada con un vestido hecho de noche líquida y joyas que eran soles en miniatura, robados de un universo fallido.

<ZAFIRA (vía comunicador psio-textual)>: Veo nuestro objetivo. Mesa tres. El que parece un contable aburrido.

El hombre, Silas Vane, era la personificación de lo anodino. Humano, de mediana edad, con un traje gris que no destacaba. Y estaba desplumando a un consorcio de príncipes Fae en el Póker Psíquico.

Se sentaron en el bar, pidiendo cócteles que ardían con llamas frías, y observaron.

<VALKYRIE>: Mi radar psiónico no detecta nada. Ni telepatía, ni precognición, ni telequinesis. Está limpio. Las máquinas de Nat tienen razón.

<ZAFIRA>: Y yo no siento ni una pizca de magia de la suerte, ni pactos con demonios del azar, ni auras de probabilidad alterada. Es... exasperantemente normal.

Silas Vane ganaba una mano tras otra con una calma imperturbable. No parecía feliz, solo eficiente. Ganaba, recogía sus fichas, y esperaba la siguiente mano. Era imposible.

Justo cuando Val se preparaba para un acercamiento más directo, el caos se desató.

Las luces de la nebulosa del techo parpadearon y se apagaron, sustituidas por parpadeantes luces de emergencia mágicas. Un pulso de energía temporal recorrió la sala, y todo, excepto una figura en el centro del casino, se ralentizó hasta casi detenerse.

—¡Valkyrie! ¡Cuánto tiempo sin verte! —la voz era metálica y arrogante.

Un hombre con una armadura cromada y circuitos parpadeantes se encontraba junto a la entrada de la cámara acorazada principal. Era "Cronosplitter", un villano de segunda fila del universo natal de Val, capaz de manipular el tiempo en áreas localizadas.

<VALKYRIE (a Zafira)>: ¡Un viejo conocido! ¡Quiere el furgón blindado de la recaudación del día! Zafira, crea una distracción. ¡Yo me encargo de él!

La burbuja de tiempo lento no afectó a Val, cuya fisiología de nivel cósmico resistía tales manipulaciones. Zafira, como ser mágico de inmenso poder, también pudo liberarse con un gesto.

Mientras Val cargaba contra su antiguo enemigo, Zafira levantó las manos y el bar entero se convirtió en un ejército de golems de cóctel que marcharon hacia Cronosplitter, lanzando aceitunas como si fueran balas de cañón.

La lucha fue breve y espectacular. Val se movía a una velocidad imposible, contrarrestando cada intento de Cronosplitter de congelarla en el tiempo. Un solo puñetazo, cargado con la fuerza de una supernova en miniatura, bastó para abollar el peto del villano y enviarlo a estrellarse contra la pared, inconsciente.

Cuando la seguridad del casino (un escuadrón de cambiaformas en modo "trol acorazado") llegó, todo había terminado. El tiempo volvió a la normalidad. Valkyrie y Zafira eran las heroínas del día.

Tras el interrogatorio y los agradecimientos, volvieron su atención a la mesa de póker. Silas Vane ni se había inmutado. Estaba barajando las cartas, esperando a que el juego se reanudara.

Y fue entonces cuando Val lo vio.

Acostumbrada a luchar contra seres que doblaban la realidad, ahora miraba con otros ojos. No buscaba magia. Miraba las manos de Silas. Y vio un arte que era, a su manera, tan impresionante como la hechicería. Vio el casi imperceptible pliegue que hacía con la uña en un as. Vio el "barajado falso" donde las cartas clave nunca cambiaban de posición. Vio el sutilísimo gesto con la mano izquierda con el que señalaba a su cómplice, una mujer con aspecto de turista al otro lado de la mesa.

Era todo un truco. Un truco de magia, sí, pero del tipo que se ve en Las Vegas, no en el plano astral.

Val se acercó a la mesa. No dijo nada. Simplemente se quedó de pie, mirando a Silas. El hombre levantó la vista, vio la expresión de Val, y su rostro se descompuso. Dejó las cartas sobre la mesa y asintió levemente. La partida había terminado.

En una sala trasera, Silas lo confesó todo. Era un viajero dimensional de un mundo tecnológicamente primitivo que había acabado atrapado en la Tierra durante una década. Aprendió de los mejores tahúres y magos de escenario. Se dio cuenta de que en un multiverso obsesionado con las amenazas mágicas, nadie recordaba cómo detectar una baraja marcada. Era el escondite perfecto.

El equipo de los cambiaformas estaba estupefacto.

—¿Así que... dobla las cartas? —preguntó la Unidad Doce, cuya cabeza era la de un minotauro.

—Es más sutil que eso —explicó Val.

Al día siguiente, Val, Zafira y un ahora cooperativo Silas Vane, dieron un seminario de formación a la seguridad del casino.

—Lección uno: el barajado Hindú —dijo Silas, manipulando las cartas con una destreza hipnótica—. Observad el movimiento del pulgar...

Los cambiaformas, seres capaces de luchar contra demonios y hechiceros, miraban con una concentración absoluta, aprendiendo el arte perdido del engaño manual. La mayor vulnerabilidad del casino no había sido mágica, sino humana.

Mientras Val explicaba la psicología del farol, supo que aquella aventura, por extraña que fuera, le había recordado algo importante. A veces, las mayores amenazas no son las que vienen del cosmos, sino las que se esconden a plena vista, en un simple gesto de la mano.

***
CONTINUARÁ...

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