Hoy, 12 de abril, se conmemoran los 50 años del primer vuelo espacial tripulado, a cargo del cosmonauta soviético Yuri Gagarin. La red se ha plagado de noticias y homenajes a la hazaña de este valiente pionero y, desde aquí, no quería dejar pasar el día sin aportar mi granito al recuerdo de esta fecha.
No obstante, en lugar de mirar hacia atrás, a lo que se logró, prefiero mirar hacia delante, y ver el futuro a corto plazo del viaje espacial que inició Gagarin a bordo de su Vostok. En los próximos días intentaré publicar algunos textos sobre el futuro del viaje espacial tripulado.
Os dejo con el primero, de Alan Finkel, publicado en la revista Cosmos el 11 de abril de 2011.
El choque de dos titanes – la física y la química – son las principales barreras para el viaje espacial humano a Marte y más allá, y puede ser que sea imposible… al menos con la tecnología actual.
La expansión humana por el Sistema Solar es una fantasía propia de optimistas. ¿Por qué? Debido al choque de dos titanes: la física contra la química.
En el rincón rojo, las leyes de la física defienden que se requiere una enorme cantidad de energía para enviar una carga humana fuera del campo gravitatorio terrestre hacia su destino en el espacio profundo y vuelta de nuevo.
En el rincón azul, las leyes de la química defienden que hay un límite fijo a cuánta energía se puede extraer del combustible de un cohete, y que ninguna cantidad de ingenio cambiará eso.
Empieza con una carga ligera – una docena de astronautas que pesan en conjunto menos de una tonelada. Ahora añade los sistemas de soporte vital para un viaje de un año, con suficiente alimento, agua, oxígeno y fuentes de energía para mantener sus espacios comunes cálidos e iluminados. ¿Cincuenta toneladas, tal vez?
Suma los cohetes y su combustible para correcciones durante el trayecto, y para aterrizar en algún lugar de interés y luego despegar hacia la Tierra, y la masa aumenta sin medida.
Las leyes de la física son inmutables. De acuerdo con estas leyes, acelerar esas grandes masas y luchar contra los campos gravitatorios planetarios requiere de tremendas cantidades de energía.
Ahora considera las leyes de la química. No puedes cambiarlas mediante la legislación. El contenido energético que puede liberarse a partir del combustible de un cohete, y la fuerza de propulsión que pueden generarse, dependen de la masa del combustible, las energías del enlace molecular y la temperatura a la que arden los compuestos químicos.
Los científicos y los ingenieros de cohetes saben esto desde hace más de un siglo, y han trabajado duro para optimizar todos estos parámetros. Pero al final, sólo hay lo que puedes sacar del combustible de los cohetes – y no es suficiente.
De alguna forma, el hecho de que este choque de titanes restringe nuestra capacidad de llevar a cabo vuelos al espacio profundo no encaja bien. ¿Debería aplicarse la magia de nuestro éxito en la electrónica y sistemas de información?
La Ley de Moore nos dice que cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado. Los visionarios aseguran que el volumen total del conocimiento de la humanidad se duplica cada cinco años. ¿Por qué, entonces, no debería duplicarse nuestra capacidad para lanzar cargas cada cinco, 10 o incluso 20 años?
Por desgracia, la analogía no se aplica. En el caso de la electrónica y los sistemas de información, estamos tratando con reglas blandas, relacionadas con los límites del ingenio humano. En el caso del vuelo espacial, estamos tratando con reglas fijas, relacionadas con los límites de la física y la química.
Los ingenieros de cohetes y científicos han estado batallando con estos límites de la física y la química durante años, con promesas cada vez menores de posteriores logros.
Además de estos límites fijos está el miedo al fallo por parte de gobiernos nerviosos preocupados por el revés político si algo va mal y, no es sorprendente, el peso añadido de la seguridad redundante y los sistemas de soporte vital hace que el viaje de vuelta desde otros planetas sea totalmente imposible.
La solución defendida por el astrofísico Paul Davies es promover las misiones sólo de ida.
La esperanza de Davies es que los colonos puedan ser capaces de sobrevivir indefinidamente extrayendo el oxígeno, agua, hidrógeno y demás recursos en su destino.
Aunque posible, en principio, sería muy difícil a nivel práctico debido al bajo grado de los recursos. Por lo que la solución más práctica es ofrecer a la gente la oportunidad de embarcarse en una misión de ida, con un pacífico final administrado tras muchos meses o años de exploración y descubrimiento.
Yo iría. Apuesto a que otra gente aparentemente normal pero profundamente inquisitiva también lo haría.
¿Qué gobierno patrocinaría tal misión suicida? Probablemente ninguno. Por lo que las oportunidades más realistas para el vuelo espacial tripulado en los próximos 50 años son los vuelos orbitales turísticos, y vuelos sub-orbitales para viajes de alta velocidad de un punto a otro del planeta, tales como de Melbourne a Londres.
Tomemos el turismo espacial. ¿Demasiado trivial, tal vez? No si consideras los cientos de miles de millones de dólares que se gastan cada año en virtud de la aventura por la aventura.
O los vuelos suborbitales. ¿Demostrados como poco prácticos por la escasez de aerolíneas supersónicas? En absoluto.
Los aviones supersónicos con alas y de tipo jet son poco prácticos debido a que gastan ingentes cantidades de combustible para superar la fricción del aire y crean estallidos sónicos que restringen sus rutas de vuelo.
Por el contrario, los vuelos suborbitales – usando los principios desarrollados por Burt Rutan y Virgin Galactic – es probable que sean más rápidos y amigables con el medio ambiente: no queman combustible en el aire intentando propulsarse a través de nuestra gruesa atmósfera durante 20 horas o más; en el vacío del espacio, podría atravesar la distancia entre Melbourne y Londres en apenas unas pocas horas. Y no habría restricción en la elección de rutas y ciudades.
¿No sería genial tener hoy una prueba de ese futuro? Sí: por eso es por lo que he reservado un vuelo en Virgin Galactic.
Autor: Alan Finkel
Fecha Original: 11 de abril de 2011
Enlace Original
Notas:
En este artículo, Alan Finkel solo tiene en cuenta las dificultades de los viajes tripulados, pero es evidente que la mayor parte de las limitaciones desaparecen en los vuelos no tripulados. Por otro lado tal y como indica el artículo, la idea de Paul Davies de enviar mini-factorías que construyan lo necesario con materiales locales permite reducir la masa del vehículo espacial, sumado a esto, el uso de inteligencias artificiales (si alguna vez son posibles) o enviar únicamente los cerebros de los astronautas (sin duda una opción no muy agradable para la mayor parte de la humanidad, pero que por un lado reduce significativamente el soporte vital, por otro lado el 'espacio real' es substituido por un entorno virtual y elimina los problemas asociados a la ingravidez) dan esperanzas para esa exploración espacial, aunque no de la forma en la que nos tiene acostumbrada la ciencia-ficción.
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