La paz, como había aprendido, era simplemente el intervalo de recarga entre una crisis y la siguiente. Habíamos establecido una rutina productiva: Kaelen y yo colaborábamos en la decodificación de la Panacea, intercambiando teorías sobre nanotecnología y bioingeniería. Samu se había ofrecido como voluntaria para enseñar a los cambiaformas los fundamentos de la magia defensiva. Val y Zafira dirigían sesiones de entrenamiento físico y táctico. Nuestro universo de bolsillo se había convertido en una especie de think tank y academia de operaciones especiales.
Fue durante una de estas tranquilas tardes que llegó la invitación. No a través de un portal o un correo electrónico, sino como un susurro en el viento. Una hoja de roble plateada se materializó en el aire frente a mí y cayó suavemente en mi mano. Era una invitación formal a la Gala Anual del Solsticio de Verano en el castillo de la Academia de Brujas de Morgath.
Mi primer instinto fue incinerarla. Las fiestas, especialmente las mágicas, eran el epítome de la ineficiencia social para mí. Pero antes de que pudiera hacerlo, una segunda inscripción, invisible hasta entonces, brilló en la hoja con la letra elegante de la Decana.
"Natalia, esto no es solo una invitación, es una petición. Un imprevisto de la más grave naturaleza ha ocurrido. Una de mis profesoras más brillantes, Elara Vance, experta en Tejido Espacio-Temporal Teórico, ha desaparecido. La última vez que se la vio fue entrando en nuestra biblioteca. Sé de tu aversión a nuestros métodos, pero este es un misterio que la magia por sí sola no ha podido desentrañar. Necesitamos tu lógica, tu perspectiva forastera. Por favor."
Un misterio. Un rompecabezas. La Decana era inteligente. Sabía exactamente qué cebo usar.
—Equipo —dije, levantando la hoja—. Hacemos las maletas. Nos vamos a la escuela de brujas.
El Castillo de Morgath era una maravilla de la arquitectura gótica y la ingeniería mágica. Torres que desafiaban la gravedad se alzaban hacia un cielo crepuscular, y cascadas encantadas fluían desde sus almenas hacia jardines donde las flores cantaban en latín. A pesar de la inminente gala, el ambiente era tenso.
La Decana nos recibió en su estudio, una sala circular cuyas paredes eran una estantería del suelo al techo, llena de grimorios antiguos.
—Gracias por venir tan rápido —dijo, su rostro normalmente sereno estaba marcado por la preocupación—. La profesora Vance desapareció hace dos días. Entró en la Bibliotheca Universalis y no ha vuelto.
Nos condujo a una sección apartada de la academia, ante un arco de piedra cubierto de runas que brillaban con una luz plateada. El aire en el interior del arco se arremolinaba como un vórtice de polvo estelar.
—La Bibliotheca Universalis no es una biblioteca normal —explicó Samu, su voz teñida de asombro de ex-alumna—. Es un universo de bolsillo, un nexo. Nuestra academia tiene esta puerta, pero otras escuelas de magia tienen las suyas. Es un terreno neutral compartido para el conocimiento.
—¿Otras escuelas? —preguntó Val.
—Sí —confirmó la Decana, con el rostro sombrío—. Incluyendo nuestro principal rival, el Liceo Umbral de Nigromantes. Son ambiciosos y no tienen nuestros escrúpulos. La primera teoría, por supuesto, es un secuestro por rivalidad académica.
Cruzamos el portal.
El interior era sobrecogedor. Estábamos en una sala de lectura de tamaño planetario. Estanterías de madera pulida y metal extraño se extendían hacia arriba hasta perderse en una cúpula celestial pintada con constelaciones vivas. Esferas de luz flotaban como soles en miniatura, y el único sonido era el susurro de miles de páginas pasando por sí solas y el eco de pasos lejanos.
Comenzamos la investigación.
<NATALIA D. (vía comunicador)>: No hay signos de lucha. Mis sensores no detectan residuos de energía de combate. Si fue un secuestro, fue sigiloso.
<SAMU>: Conozco este lugar. La profesora Vance siempre investigaba en la sección de Geometrías Paradójicas. Es por allí.
Mientras nos dirigíamos a esa sección, un grupo de estudiantes con túnicas negras y auras sombrías nos observaron desde una mesa cercana. Llevaban el emblema del Liceo Umbral. Uno de ellos le susurró algo a otro, y ambos nos lanzaron una mirada hostil. La pista de la rivalidad parecía sólida.
<VALKYRIE>: Siento... ecos emocionales. Hay tensión en el ambiente, pero también algo más. Cerca de aquella estantería del fondo. Sentí un pico de... asombro, curiosidad y luego... un instante de pánico.
Nos acercamos a la estantería que Val había señalado. Estaba en una esquina polvorienta y poco transitada. Un único libro reposaba sobre un atril, como si estuviera en exhibición. Era un tomo antiguo, encuadernado en un cuero de aspecto extraño y sin título.
<NATALIA D.>: Lecturas anómalas. Hay una fluctuación cronal mínima alrededor de este libro. Y trazas de la firma bio-energética de la profesora Vance. Estuvo aquí.
Samu se acercó al libro, sus manos brillando mientras escudriñaba su aura mágica. Palideció.
—Esto no es un libro —susurró, retrocediendo un paso—. Es... es una trampa. Una leyenda. Es un "Bibliófago".
<ZAFIRA>: Suena delicioso. ¿Se come?
—¡Nos come a nosotras! —replicó Samu—. O más bien, nuestra mente. Es una criatura semi-consciente que se alimenta de la curiosidad intelectual. No mata a sus víctimas. Atrapa su conciencia dentro de sus páginas, convirtiendo sus vidas y conocimientos en un nuevo capítulo de su colección.
De repente, todo encajó. La profesora Vance, una académica brillante, encontró un artefacto del conocimiento desconocido y, llevada por su sed de saber, se acercó demasiado. No fue secuestrada por un rival. Fue... archivada.
Mientras procesábamos el horror de la situación, las páginas del libro sin título comenzaron a pasar solas, impulsadas por una brisa invisible. Se detuvieron en una página en blanco al final del tomo. Ante nuestros ojos, una caligrafía elegante y fluida comenzó a escribirse sola en la página, con una tinta que parecía hecha de oscuridad.
"Cuatro nuevas historias han llegado. Una mente de ciencia, una hechicera de poder, una guerrera de luz y una genio de deseos. Una colección tan... exquisita."
Con un estruendo que hizo temblar las estanterías hasta el infinito, el arco de portal por el que habíamos entrado se cerró de golpe, su luz plateada extinguida y reemplazada por piedra sólida.
Estábamos atrapadas. Y el bibliotecario tenía hambre.
CONTINUARÁ...

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