El Guardián hecho de tinta, el avatar del Bibliófago, se alzó ante nosotras, su forma cambiando como una frase a medio escribir. El aire se espesó con el olor a papel viejo y a una finalidad absoluta.
—¡Detrás de mí! —ordenó Valkyrie, levantando sus puños que brillaban con energía cósmica.
Lanzó un puñetazo que debería haber pulverizado una montaña. Su puño atravesó al Guardián sin encontrar resistencia, saliendo por el otro lado cubierto de una tinta negra que chisporroteaba y trataba de "borrar" la textura de su guantelete.
—¡Es inútil! —gritó Samu, mientras lanzaba un hechizo de desintegración. Las runas de poder fueron absorbidas por la túnica del Guardián, convirtiéndose en meros adornos caligráficos en su tela—. ¡Se alimenta de la energía! ¡La magia son solo palabras para él!
Mi propio intento con un pulso sónico de alta frecuencia fue igualmente inútil. El sonido fue capturado y mi voz, a través del comunicador, se convirtió en un galimatías sin sentido durante unos segundos. Estábamos luchando contra un concepto.
<NATALIA D. (cuando recuperó el control)>: ¡Dejad de atacar! No estamos luchando contra un enemigo, estamos luchando contra el propio género literario de este lugar. ¡Estamos intentando pelear con el narrador!
<ZAFIRA>: ¡Y el narrador siempre gana! ¡Lo sé, he leído suficiente! ¿Qué hacemos entonces?
<NATALIA D.>: Si no puedes ganar la historia, tienes que encontrar el prólogo. Todo relato tiene un origen. Zafira, tú existes entre las páginas. ¿Puedes sentirlo? ¿La primera historia?
Zafira cerró los ojos. Su forma de luz parpadeó, sintonizando con la estructura fundamental del libro. —Lo siento. Es débil, está enterrado bajo miles de otras historias. Es... triste. Y solitario. Samu, necesito tu magia. No para atacar, sino como una brújula. Ayúdame a encontrar al primer prisionero.
Mientras Val nos defendía de los lánguidos pero peligrosos ataques del Guardián, Samu y Zafira unieron sus poderes. Samu no lanzó un hechizo, sino que formuló una pregunta al universo del libro, una adivinación en forma de pregunta narrativa: "Muéstranos el principio."
El espacio en blanco a nuestro alrededor se disolvió. Las estanterías infinitas se desvanecieron. Aterrizamos, no como participantes, sino como observadoras fantasmales, en un lugar nuevo. Era una humilde habitación en una torre de la Academia Morgath, pero como era un siglo atrás. A la luz de las velas, un joven estudiante de rostro pálido y ojos brillantes estaba febrilmente dibujando un círculo rúnico en el suelo.
—Es un Ritual de Vinculación del Conocimiento —susurró Samu—. Prohibido. Peligroso.
Observamos la historia desarrollarse. Vimos al estudiante, un joven llamado Lian, colocar un libro en blanco en el centro del círculo. Su objetivo, como le oímos susurrar a la noche, no era malicioso. Estaba abrumado, a punto de suspender sus exámenes. Solo quería crear un grimorio que pudiera leer sus libros de texto y resumirle las lecciones. Quería un compañero de estudio mágico.
Pero su soledad y su desesperación vertieron demasiada emoción en el hechizo. Cuando lo completó, el libro en el centro del círculo cobró vida. Sus páginas en blanco se abrieron con avidez. Y no se detuvo en los libros de texto. Sintió la fuente de conocimiento más rica y cercana: la mente de su propio creador. Vimos con horror cómo una sombra de tinta salía del libro y envolvía al aterrorizado Lian, absorbiéndolo en sus páginas.
La escena se transformó. La habitación de la torre se convirtió en una elegante pero melancólica biblioteca dentro del libro, la jaula dorada de Lian. Lo encontramos allí, su forma ahora la de un espectro hecho de polvo de libros, con una tristeza de décadas en su mirada.
—Así que... al final, alguien ha leído mi historia —dijo, su voz era un susurro polvoriento.
Nos explicó cómo había estado atrapado, viendo impotente cómo su creación, nacida de la necesidad de compañía, se había convertido en un monstruo solitario que coleccionaba almas para llenar su propio vacío.
El Guardián de tinta se materializó en la biblioteca de Lian, su presencia oscura era una afrenta a la triste calma del lugar. Estaba aquí para echarnos, para cerrar el prólogo.
—No podemos luchar contra él —dijo Lian—. Es la voluntad del libro.
—Entonces tenemos que cambiar la voluntad del libro —declaré—. Su directiva principal se basa en tu deseo original: "absorber y comprender el conocimiento". Se ha pervertido. ¡Tenemos que recordarle la segunda parte de tu deseo, Lian! ¡La parte que has olvidado! ¡Querías un compañero para aprender! ¡El aprendizaje requiere un diálogo, no un monólogo!
La batalla final no fue de espadas ni hechizos, sino de historias. Nos enfrentamos al Guardián y comenzamos a narrar.
—Yo cuento la historia de una biblioteca —comenzó Samu, su voz resonando con poder mágico— donde las puertas siempre están abiertas, y el conocimiento se comparte libremente para que todos puedan crecer.
—Yo cuento la historia de un guardián —continuó Valkyrie, su voz firme como una roca— que no aprisiona el saber, sino que lo protege para las generaciones futuras, asegurándose de que cada historia sea escuchada.
—¡Y yo cuento la historia de un lugar lleno de risas! —exclamó Zafira, danzando alrededor del Guardián—. ¡Donde las historias saltan de las páginas para jugar y se mezclan unas con otras en un glorioso y caótico festival de la imaginación!
—Yo proporciono la nueva directiva —dije, proyectando una estructura lógica de código puro en el aire—. Un sistema basado en el intercambio voluntario. Un protocolo de biblioteca de código abierto. Catalogar, sí. Archivar, sí. Pero encarcelar, nunca. La directiva principal ahora es: "Compartir".
Finalmente, le tocó a Lian. Con lágrimas en sus ojos espectrales, miró al Guardián, a su creación, a su carcelero. —Y yo... yo cuento la historia de un chico solitario que no quería un sirviente, sino un amigo.
Nuestras historias combinadas, unidas por la ciencia, la magia, la fuerza, la alegría y el arrepentimiento, golpearon al Guardián. La tinta oscura de su cuerpo se arremolinó, luchando contra esta nueva y abrumadora narrativa de benevolencia. El negro retrocedió, reemplazado por una luz blanca y cálida. Su figura encapuchada y amenazante se transformó en la de un bibliotecario amable y luminoso, que nos hizo una respetuosa reverencia.
Con un gesto, las almas cautivas fueron liberadas. La Profesora Elara Vance, el caballero medieval, el piloto de naves y docenas más aparecieron a nuestro alrededor, confusos pero libres. La pared de piedra que bloqueaba nuestro portal se disolvió.
Lian miró a su alrededor, a su prisión convertida en santuario. —Creo que... creo que me quedaré —dijo, una sonrisa formándose en su rostro por primera vez en un siglo—. Esta biblioteca necesita un conservador. Uno de verdad.
Guiamos a los demás prisioneros rescatados hacia la salida, dejando atrás a Lian con su amigo reformado. Habíamos entrado en la biblioteca para resolver un misterio, y en su lugar, habíamos reescrito una tragedia, dándole un final feliz.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario