El cambio fue instantáneo y sobrecogedor. Pasamos de la familiaridad funcional de nuestro hogar a una grandiosidad sepulcral.
Estábamos en un inmenso atrio que se perdía en una cúpula a cientos de metros sobre nuestras cabezas. El suelo no era de metal, sino de un mármol nacarado sin una sola junta visible, que se arremolinaba con suaves vetas de oro. Columnas colosales, talladas con patrones geométricos alienígenas, sostenían el techo. La luz, cálida y difusa, no provenía de lámparas, sino que parecía emanar de las propias paredes doradas, dando al lugar un resplandor eterno y sagrado.
El silencio era la nota dominante. Un silencio tan profundo que podía sentir el zumbido de mis propios implantes cibernéticos. Solo estaba roto por el casi inaudible deslizamiento de pequeños drones de limpieza con forma de mantarraya que pulían el suelo ya impecable y el alegre y solitario tintineo de una máquina expendedora en la distancia.
En el centro del atrio, una escultura de veinte metros de altura representaba a una criatura de seis miembros y alas de cristal, su rostro sereno y hermoso. A su alrededor, hologramas fantasmales parpadeaban, mostrando sus productos a un público que ya no existía. Vi el anuncio de un traje formal diseñado para un ser hecho de gas consciente, que se ondulaba elegantemente, y a su lado, una pequeña maleta-robot con forma de araña que trotaba enérgicamente en su lugar, esperando a un dueño que nunca llegaría.
Cada una de nosotras reaccionó a nuestra manera ante este mausoleo del comercio.
Mis sentidos, por supuesto, se dispararon. Estaba en el paraíso de un científico. <NATALIA D. (vía comunicador)>: Fascinante. Esto no es mármol. Es un polímero autorreparable con una matriz de memoria que imita la estética de un mineral. La atmósfera tiene un 99.999% de pureza, los sistemas de reciclaje deben ser de un nivel cuántico. El control ambiental es absoluto... Mi mente ya estaba diseccionando cada sistema, cada material, cada maravilla tecnológica. Era el mayor tesoro arqueológico que había visto nunca.
Samu, en cambio, se abrazó a sí misma, incómoda. <SAMU>: Este lugar no tiene... alma. No hay ni una pizca de éter, ni resonancia mágica. Es frío. Hermoso, pero frío como una tumba. Para ella, un mundo sin magia era un mundo sin vida, y este lugar, a pesar de su perfección, era el epítome de la vacuidad.
Valkyrie no admiraba la arquitectura ni sentía el vacío. Su cabeza giraba lentamente, sus ojos escaneando cada balcón, cada columna. <VALKYRIE>: Múltiples líneas de fuego. Poca cobertura. Esos centinelas flotantes —señaló a tres elegantes drones de seguridad que colgaban inmóviles cerca del techo— no parecen llevar armas visibles, pero apuesto a que su poder de neutralización es masivo. Este lugar no es seguro, es restrictivo. Ella veía la jaula dorada, no el arte.
La voz de Zafira, llena de desdén, surgió de mi smartphone. <ZAFIRA>: ¿Me estáis diciendo que esta gente construyó todo este palacio de oro y mármol y ni siquiera se molestaron en organizar una fiesta? ¡Qué desperdicio de opulencia! ¡Es como tener el mejor vestido del universo y no tener a nadie que te mire! Aburrido.
Y entonces los vimos.
En el extremo opuesto del atrio, junto a la base de la gran escultura, nos esperaban cinco figuras. Eran los Cybrids. Su aspecto era una disonancia brutal en medio de la serena opulencia. Sus cuerpos de metal oscuro y cables expuestos, diseñados para la supervivencia y la eficiencia, parecían profanar la belleza clásica del lugar. Eran el presente crudo y desesperado en medio de un pasado perfecto y muerto.
Nos acercamos lentamente, el sonido de nuestras botas era una intrusión en el silencio milenario. Los centinelas de seguridad de la estación se movieron sin hacer ruido, posicionándose en el techo sobre el espacio que había entre nuestros dos grupos, sus luces ópticas brillando con una imparcialidad mecánica. Eran los árbitros.
Nos detuvimos a diez metros de distancia. El líder de los Cybrids levantó la cabeza. Su visor sin rostro se iluminó, y un texto apareció flotando en el aire.
<CYBRID LÍDER>: Habéis llegado. El protocolo de neutralidad de Puerto Meridian está activo. La transacción puede comenzar.
Nos condujo sin palabras a una de las muchas "salas de transacciones" que salían del atrio. Era una sala circular, austera, con una única mesa de mármol en el centro de la cual se proyectó un terminal holográfico. Los centinelas tomaron posiciones en las paredes.
<NATALIA D. (vía comunicador)>: De acuerdo. Vayamos al grano. Hemos desarrollado la cura. El código completo y estable de la Panacea original. Erradicará la Corrupción de Silicio de vuestros sistemas y detendrá la degradación.
<CYBRID LÍDER>: Palabras. La esperanza es una variable ineficiente. Requerimos pruebas verificables.
Era el movimiento que esperaba. Abrí mi interfaz y cargué un pequeño paquete de datos en el terminal de la estación: un fragmento del código de la cura, encriptado y protegido, suficiente para ser analizado pero inútil para ser replicado.
El líder de los Cybrids hizo lo mismo, cargando un único archivo de su propia base de datos.
El terminal de la estación zumbó. Unas líneas de luz escanearon ambos paquetes de datos. Tras unos segundos, una palabra en el idioma universal de los constructores de la estación brilló en el holograma: AUTENTICIDAD VERIFICADA.
Los Cybrids permanecieron inmóviles, pero pude detectar un cambio en el flujo de energía de sus sistemas. Era el equivalente cibernético a contener la respiración. La prueba era real. La cura era real.
<NATALIA D.>: Ahora vuestra parte del trato. La información sobre la tecnología de viaje dimensional de vuestros antepasados.
<CYBRID LÍDER>: La cura es la clave de nuestro futuro. A cambio, os daremos la clave de nuestro pasado. No os daremos archivos sueltos. Os ofrecemos algo mucho más valioso. —Una imagen de la Biblioteca Ciega apareció en el holograma—. Vuestra incursión liberó fragmentos, pero el archivo principal permanece sellado. Está protegido por una encriptación cuántica, codificada según la firma biológica de nuestra raza.
Mis ojos se abrieron de par en par.
<CYBRID LÍDER>: Os entregaremos la Llave de Desencriptado Maestra y el Índice Primario. El acceso completo a todo el conocimiento de los Creadores. La Biblioteca Ciega será vuestra.
La oferta me dejó sin aliento. Era infinitamente más de lo que habíamos previsto. No eran solo unos planos; era el legado completo de una de las civilizaciones más avanzadas que jamás habían existido. Los Netherlords no solo obtendrían su método de viaje; obtendrían los secretos de eones.
Miré a mis compañeras. Val asintió con seriedad. Samu me dio un pulgar hacia arriba. Zafira soltó un silbido de admiración a través del altavoz.
<NATALIA D.>: Aceptamos los términos.
El intercambio final fue solemne y silencioso. Transferí el archivo completo de la Panacea al terminal. El líder de los Cybrids transfirió la inmensa base de datos que era la llave de la Biblioteca. El terminal procesó la transacción, y dos cristales de datos, uno plateado para ellos y uno oscuro para mí, se materializaron sobre la mesa.
El líder de los Cybrids recogió su cristal. Por primera vez, su lenguaje corporal mostró algo más que lógica. Se irguió, y en su visor apareció una única y antigua palabra de su lengua natal.
<CYBRID LÍDER>: Renovación.
Sin más, se dieron la vuelta y se marcharon, sus pasos silenciosos desapareciendo en la grandeza vacía de la estación. Iban a curarse. Iban a vivir.
Nos quedamos solas en la sala de transacciones. Sostenía en mi mano el poder de desvelar los secretos de una civilización divina.
—Nat... —dijo Samu, su voz era un susurro asombrado—. ¿Acabamos de cambiar una cura por el alma de una civilización?
—Hemos hecho más que eso —dijo Val, su mirada fija en el cristal—. Le hemos dado a los Netherlords exactamente lo que querían, y mucho más.
Me di cuenta, con una claridad tan fría y perfecta como la lógica de los Cybrids, de que nunca se había tratado de la Piedra Corazón. Siempre se había tratado de esto. Éramos las mensajeras en un recado cósmico, y acabábamos de entregar el paquete más importante de la historia.
CONTINUARÁ...

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