Últimamente estoy releyendo los álbumes de «Valérian: agente espacio-temporal»
(posteriormente renombrados como «Valérian y Laureline»). En la
historia «El país sin estrella», aparece un concepto clásico de la
ciencia ficción: un planeta hueco, con un sol en su interior, y
habitantes en la superficie interna. Como digo, el concepto es un
clásico, pues ya lo había utilizado Edgar Rice Burroughs
(sí, el de Tarzán y John Carter de Marte) en su serie de Pellucidar (no
he leído ninguna novela, pero sí vi en su día la adaptación
cinematográfica de «En el corazón de la Tierra»). Y puede que los que hayan disfrutado en su infancia de los libros de «Elige tu propia aventura», recuerden «El reino subterráneo».En todas las versiones de este tipo de ambientación, la idea es la misma: el planeta en cuestión es hueco, y la corteza es bastante densa. De esta forma, la masa de la corteza es suficiente para que su gravedad mantenga sujetos a ella, tanto a los habitantes del exterior como del interior. El sol interno se encuentra exactamente en el centro, proporcionando luz y calor a ese mundo subterráneo e invertido.
¿Cómo se calcula la gravedad en un caso así? En el colegio nos enseñaron la famosa Ley de Gravitación, que nos dice que la gravedad es directamente proporcional al producto de las masas, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, y que se puede expresar con la igualmente famosa fórmula: F = G·M·m/r2. Pero para aplicar esta fórmula, debemos suponer que la masa de cada objeto está concentrada en un punto (que llamamos centro de gravedad). Esta simplificación es perfectamente válida cuando queremos calcular las trayectorias de planetas y otros objetos astronómicos, que estén muy alejados entre sí. Pero en otros casos (como el que nos ocupa), no nos vale. Los cuerpos reales tienen volumen, y su masa está distribuida por ese volumen.
¿Qué hacemos entonces? Pues dividimos nuestros objetos de estudio en
trozos muy pequeños, de forma que cada uno de esos trozos pueda
considerarse un punto, aplicamos la fórmula para cada punto, y sumamos
todos los pequeños resultados. Llevando este planteamiento a su extremo,
consideraríamos que el objeto está formado por infinitos puntos de
tamaño cero, y calcularíamos la suma de sus infinítamente pequeñas
propiedades. Es decir, realizamos un cálculo integral.Como nunca he puesto en este blog una operación matemática más complicada que una multiplicación (bueno, alguna vez he puesto una potencia), y no quiero empezar ahora, remitiré a los interesados en el desarrollo matemático, a la estupenda web HyperPhysics, o a la Wikipedia. ¿Y cuál es el resultado? Pues el propio Isaac Newton ya lo desarrolló en su famoso libro «Philosophiæ naturalis principia mathematica». Para cualquier punto en el interior de una esfera hueca homogénea, ya sea cerca del centro, o en la misma superficie interior de dicha esfera, la fuerza gravitatoria total es siempre la misma: cero.
Sí. Cero. Si imaginamos un planeta hueco, con una densidad más o menos uniforme en su corteza (al menos, con simetría esférica, es decir, que para cada «capa» esférica, la densidad sea la misma en cualquier punto), en su interior hueco, la gravedad sería nula. Sus supuestos habitantes flotarían, a menos que se agarraran al terreno de alguna forma.
La situación va a peor si encima imaginamos que en el interior de nuestro planeta hueco, hay una pequeña estrella. Ese objeto tendrá masa, lógicamente, por lo que tendrá su campo gravitatorio. ¿Y hacia donde empujaría esa gravedad a cualquier objeto? Pues hacia la propia estrella. Así que los supuestos habitantes del interior del planeta hueco, ya no es que tuvieran que agarrarse a algo para no flotar, sino que literalmentemte, caerían hacia su sol interior.
Hemos supuesto que el planeta es más o menos homogéneo. La simetría
esférica de la densidad de la corteza es necesaria para que la gravedad
sea cero en el interior hueco del planeta. Pero sabemos que los planetas
no son tan simétricos. Hay irregularidades, protuberancias, oquedades,
distintos materiales, etc. Así que en un planeta real, es posible que
estas irregularidades rompan el equilibrio de fuerzas, y que en algunos
lugares, la resultante de la fuerza gravitatoria no sea cero. Pero estas
diferencias por lo general serían muy pequeñas. Y fijaos que no sólo
hace falta una pequeña fuerza para no flotar, sino que hay que
contrarrestar la gravedad de la estrella interior.Bueno, supongamos que en alguna región del planeta hay algún mineral extremadamente denso, de forma que la diferencia de fuerzas gravitatorias fuera significativa. Tenemos otro problema. No sólo mantendría a los habitantes en el suelo, sino que atraería al sol interno hacia esa zona, por lo que en poco tiempo, achicharraría toda vida posible, antes de colisionar contra la corteza y producir un cataclismo de proporciones planetarias.
Así que, me temo que, ni Pellucidar, ni el planeta sin estrella de Valerian, ni cualquier otro mundo similar, son posibles. Por mucho que nos pueda fascinar una idea así.
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