domingo, 31 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (4): Ecos y Neón


 El aire en mi laboratorio había adquirido una cualidad estática durante las últimas tres semanas. Olía a ozono, a café recalentado y al inconfundible aroma metálico del conocimiento recién extraído. El cubo de datos de los Creadores flotaba serenamente en su campo de contención, pero para mí, era la caja de Pandora más compleja que jamás había encontrado. A su lado, varios servidores holográficos proyectaban galaxias de datos interconectados: los 4.2 terabytes de información fragmentada que mi sistema había logrado capturar del pulso de la Biblioteca. Había dormido, en total, unas dieciséis horas desde nuestro regreso. Pero lo había conseguido.

Llamé al equipo. Samu entró primero, seguida de cerca por Val y Zafira, que acababan de regresar de su exitosa misión en el Casino Cosmopoli y todavía desprendían un aire de glamour y peligro de alto octanaje.

—Lo tengo —anuncié, mi voz ronca por la falta de uso—. Tengo el cuadro completo.

Proyecté el archivo central del cubo de datos en el centro de la sala. No era un arma. No era una plaga. Su nombre original era "Proyecto Génesis".

—Los Creadores no estaban construyendo un arma —expliqué, señalando las elegantes líneas de código biológico—. Estaban creando una panacea. Una colonia de nanomáquinas diseñadas para ser la cura universal. Podía reescribir el ADN para erradicar enfermedades genéticas, revertir el envejecimiento, regenerar miembros perdidos, curar cualquier dolencia imaginable. Era la culminación de su civilización, su regalo para el universo.

<ZAFIRA (vía comunicador, por costumbre)>: Suena demasiado bueno para ser verdad. ¿Qué salió mal?

—Alguien con fines de lucro —repliqué, y mi dedo señaló un nombre que parpadeaba en rojo en el organigrama del proyecto—. Un investigador jefe llamado Kaelen. Vio el potencial militar del proyecto. Si los nanites podían reescribir la biología, también podían borrarla. Modificó en secreto el código fuente, pervirtiendo la directiva principal. En lugar de reparar, les enseñó a consumir, a replicarse usando cualquier materia como combustible. Quería venderlo como el arma definitiva.

<VALKYRIE>: Pero se le escapó de las manos.

—Peor —dije, mostrando un registro de laboratorio recuperado—. Lo liberó deliberadamente en una instalación rival para demostrar su poder a unos posibles compradores. Subestimó exponencialmente su capacidad de replicación. En cuestión de meses, su civilización se extinguió, consumida por la misma creación que debía salvarla. La Corrupción de Silicio no fue un accidente; fue un acto de asesinato y estupidez a escala galáctica.

<SAMU>: Un verdadero monstruo.

—Un monstruo que no murió con su gente —continué, girando el holograma hacia los datos recuperados de la explosión de la Biblioteca—. El pulso de datos que capturamos era como el índice de la Biblioteca. Registros, comunicaciones, manifiestos de carga... Encontré esto. —Aislé un único registro de tránsito—. Una Semilla Dimensional activada desde la Biblioteca justo antes de que cayera la última ciudad. El usuario era Kaelen. Escapó. Y los registros muestran su destino: estableció contacto con un conocido traficante de información en los barrios bajos de un mundo llamado Neonarra.

Proyecté una nueva imagen: una ciudad que era una herida de neón en una noche perpetua. Rascacielos que arañaban nubes contaminadas, ríos de vehículos voladores y una lluvia constante que hacía brillar el cromo y el asfalto.

—Neonarra. Una ecumenópolis en la encrucijada de cien dimensiones. Un mundo de tecno-magia, donde los hechizos se descargan en bio-chips y los demonios se usan como procesadores para inteligencias artificiales. Es corrupta, peligrosa y el mayor mercado negro de artefactos y secretos del cuadrante. Si queremos encontrar a Kaelen y la cura original que, con suerte, también robó, tenemos que ir allí y encontrar a ese traficante.


Aterrizamos en un callejón oscuro en el Sector 9 de Neonarra, el "Sumidero". El aire era un cóctel de lluvia ácida, fideos fritos y metal sobrecalentado. El estruendo de la ciudad era una cacofonía de música sintética, sirenas y los gritos de hologramas publicitarios de treinta metros de altura que vendían desde mejoras cibernéticas ilegales hasta contratos vinculantes con diablillos.

Nuestro objetivo era un traficante de información conocido como "Eco", cuya base de operaciones, la "Aguja Estática", se alzaba en el corazón del Sumidero.

—Este lugar hace que el Tiro Cósmico parezca un convento —comentó Zafira, ajustándose una capa con capucha que parpadeaba para imitar los anuncios cercanos, un camuflaje perfecto.

El plan era una infiltración por etapas. No podíamos entrar por la fuerza.

La primera barrera era social. La entrada al territorio de Eco estaba controlada por una banda de ogros mejorados cibernéticamente. La fuerza bruta era una opción, pero ruidosa. Zafira, en cambio, se deslizó hacia adelante. No usó magia obvia, sino su encanto de genio. En un abrir y cerrar de ojos, estaba riendo con el líder de la banda, contándole una historia sobre un tesoro perdido en una luna cercana. Mientras los ogros estaban distraídos, los demás nos deslizamos por una entrada de servicio.

La segunda barrera era tecnológica. Un cortafuegos masivo bloqueaba el pasillo, visualizado como un muro de código rojo y crepitante.

—Un demonio lógico —dije, abriendo mi interfaz—. Está alimentado por la esencia de una entidad caótica para hacer el código impredecible.

Mi batalla fue silenciosa y feroz. En el espacio cibernético, mis algoritmos lógicos, fríos y ordenados, se enfrentaron a las paradojas y los bucles imposibles del demonio. Era como jugar al ajedrez contra un ser que podía cambiar las reglas a cada movimiento. Finalmente, encontré una vulnerabilidad: los demonios son vanidosos. Creé un bucle de código autorreflexivo, un espejo digital que atrapó al demonio en una espiral de autoadmiración, permitiéndonos pasar.

La tercera barrera era física y psíquica. Un largo corredor defendido por rayos láser, placas de presión y... algo más.

—Ondas psiónicas —susurró Val, con los ojos cerrados—. Hilos de pensamiento puro. Si los tocas, alertan a la mente central de la seguridad.

Aquí, Val tomó la delantera. Con su radar psiónico, veía los hilos invisibles como si fueran de neón. Nos guio a través del laberinto mortal con una gracia que desmentía su poder. "Paso a la izquierda. Agáchate. Espera... ahora, tres pasos adelante." Fue como un baile tenso y silencioso sobre un nido de arañas invisibles.

Finalmente, llegamos al santuario de Eco. No era una oficina, sino un nido de cables y servidores. En el centro, flotando en un tanque de líquido refrigerante, estaba Eco. Apenas era humano ya. La mayor parte de su cuerpo había sido reemplazado por bancos de datos y puertos de fibra óptica. Sus ojos eran lentes que proyectaban flujos de información.

<ECO (texto proyectado en el aire)>: El equipo de Natalia D. Una llegada predecible, aunque vuestro método de entrada ha sido... elegante. Buscáis a Kaelen.

<NATALIA D. (vía comunicador)>: Sabes dónde está. Queremos esa información.

<ECO>: La información tiene un precio. Mis rivales han desarrollado un nuevo cifrado basado en la música de las esferas. Indescifrable.

Sabía lo que quería. Un intercambio.

<NATALIA D.>: Te daré algo mejor. Un fragmento de datos de una biblioteca pre-universal. Contiene los planos de un motor de probabilidad cuántica. Podrás calcular cada resultado posible antes de que ocurra. Hará que su cifrado parezca un candado de bicicleta.

Transferí un archivo cuidadosamente aislado. Las lentes de Eco zumbaron mientras lo procesaba.

<ECO>: Un trato justo. Kaelen es un cliente... errático. Se obsesionó con las realidades inestables. Lugares donde las leyes de la física son meras sugerencias. Creía que eran el laboratorio perfecto para perfeccionar su... producto. Estableció su nueva base en un lugar que él llama "el lienzo del caos".

Una imagen se proyectó en el aire: un paisaje de bosques retorcidos, ríos que fluían hacia el cielo y una luna sonriente y a rayas.

<SAMU>: ¡No puede ser! ¡La dimensión de los Gatos-Demonio de Cheshire!

<ECO>: Vuestra información está entregada. Ahora, mi sistema de seguridad ha registrado convenientemente vuestra intrusión. Tenéis noventa segundos antes de que mis ejecutores lleguen. Buena suerte.

La negociación había terminado. La carrera comenzaba.

Salimos del santuario justo cuando las alarmas comenzaban a sonar. El camino de vuelta no fue sigiloso. Droides de seguridad con armas de plasma nos cortaron el paso. Samu desató su poder, creando escudos de energía pura mientras Valkyrie los hacía pedazos. Corrimos por los callejones del Sumidero, una persecución frenética bajo la lluvia de neón. Saltamos entre vehículos voladores, esquivando el fuego enemigo, hasta que llegamos a nuestro punto de extracción.

Samu abrió el portal un segundo antes de que una explosión de plasma vaporizara el callejón. Saltamos a través, de vuelta a la calma de nuestro hogar.

Estábamos agotadas, pero teníamos lo que necesitábamos. Kaelen no solo estaba vivo; estaba activo. Y había elegido el lugar más impredecible y peligroso que podíamos imaginar para continuar su obra demencial. Nuestra próxima parada sería un regreso al mundo de la locura. Y esta vez, no íbamos de visita. Íbamos de caza.

CONTINUARÁ...

viernes, 29 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (3): Las Crónicas de Valkyrie y Zafira


 Mientras yo me preparaba para pasar las próximas semanas analizando el cubo y los fragmentos de la biblioteca, la inactividad empezaba a hacer mella en las demás. Valkyrie pasaba horas en el gimnasio, su energía contenida y un punto de melancolía en sus ojos mientras observaba un holocristal con imágenes de su escuadrón de superhéroes en su dimensión natal. Zafira, por su parte, se quejaba de que la falta de estímulos estaba "atrofiando su encanto".

La solución a su aburrimiento llegó en la forma impecablemente trajeada de la Unidad Siete.

—Jefa, Valquiria, Señora Zafira —dijo con una reverencia—. Tenemos un problema que requiere... discreción y un conjunto de habilidades muy específicas. En el Casino Cosmopoli de Xylos, nuestro mayor cliente, alguien está ganando de forma imposible en la mesa de Póker Psíquico de Altas Apuestas. Nuestras máquinas detectan y anulan el juego sucio estándar: telepatía, precognición a corto plazo, transmutación de cartas... pero este tramposo es indetectable. Creemos que está usando una forma de "suerte" mágica muy potente. Necesitamos una experta en magia exótica para identificarla y una especialista en seguridad con un radar psiónico para localizar la fuente.

Valkyrie y Zafira intercambiaron una mirada. Esto era mucho mejor que quedarse de brazos cruzados.

Mientras se preparaban, Val le preguntó a Siete: —¿Cómo acabasteis siendo tan buenos empresarios? Los Netherlords nos dijeron que originalmente erais... otra cosa.

Siete ajustó su corbata. —Nuestro diseño original era para ser el personal de un casino mágico de élite que los Netherlords pensaban instalar aquí: crupieres, seguridad, entretenimiento... Pero analizamos el mercado. "El negocio de los casinos está muy saturado", dijimos. "Es mejor buscar otro plan de negocios". Uno de los nuestros replicó: "¡Pero lo único que sabemos es de casinos!". Y fue la Jefa, en una de sus primeras charlas con nosotros, quien nos dio la clave. Dijo: "Entonces convertid vuestra limitación en vuestra mayor oportunidad". Nos dimos cuenta de que no teníamos que dirigir un casino, sino dar servicio a todos ellos. Los Netherlords quedaron tan impresionados con nuestro plan que nos "regalaron" a la Jefa como parte del paquete. Creyeron que nuestra ambición complementaría su genio.

Zafira se acicalaba frente a un espejo, ajustando unas joyas que parecían gotas de luz de luna. Su amuleto de lapislázuli reposaba sobre un tocador.

—Nunca te lo he preguntado, Zafira —dijo Val, apoyada en el marco de la puerta—. ¿Cómo acabó tu amuleto en la silla de un bar? ¿Y por qué estás aquí? Los genios conceden deseos. Sirven a un amo. Nosotras no somos tus amas.

Zafira se giró, su expresión inusualmente seria.

—Mi último "amo" fue un hechicero que lo había conseguido todo: poder, riqueza, conocimiento... Estaba aburrido. Su último deseo fue: "Deseo una vida tranquila y sin interrupciones".

—¿Y qué pasó?

—Le di exactamente eso —dijo Zafira con una sonrisa triste—. Ahora es un ermitaño feliz en una luna sin nombre en una galaxia olvidada, donde nadie le molestará jamás. Mi trabajo estaba hecho. El amuleto, libre de ataduras, simplemente "fue" a un lugar donde las posibilidades eran infinitas. Esperó a alguien que no buscara un sirviente, sino un compañero de aventuras. Por eso no concedo "deseos". Los deseos son peligrosos, siempre encuentran la forma de retorcerse. Yo prefiero las aventuras. Son mucho más honestas.

Valkyrie asintió, comprendiendo.

—Bueno, pues parece que nos vamos a una —dijo, tendiéndole el amuleto a su amiga.

Y con eso, las dos cruzaron un portal hacia un mundo de neón, azar y magia, dejando a Samu y a mí con nuestros propios misterios. Yo, con mis datos. Y ella, con la tarea de vigilar el cubo, que de vez en cuando, emitía un pulso de luz casi imperceptible, como si soñara con sus creadores perdidos.

***

El Casino Cosmopoli del planeta Xylos hacía que Montecarlo pareciera un bingo de pueblo. Candelabros de energía pura flotaban bajo un techo que era un portal en tiempo real a la Nebulosa Cabeza de Caballo. Criaturas de docenas de dimensiones, desde nobles insectoides con esmoquin hasta demonios de fuego con vestidos de gala, apostaban con gemas del alma y futuros cristalizados.

Valkyrie y Zafira llegaron como si hubieran nacido para estar allí. Val, con su figura de reloj de arena enfundada en un vestido de seda escarlata que era a la vez elegante y permitía una total libertad de movimiento, interpretaba el papel de guardaespaldas. Zafira, por su parte, era el centro de todas las miradas, ataviada con un vestido hecho de noche líquida y joyas que eran soles en miniatura, robados de un universo fallido.

<ZAFIRA (vía comunicador psio-textual)>: Veo nuestro objetivo. Mesa tres. El que parece un contable aburrido.

El hombre, Silas Vane, era la personificación de lo anodino. Humano, de mediana edad, con un traje gris que no destacaba. Y estaba desplumando a un consorcio de príncipes Fae en el Póker Psíquico.

Se sentaron en el bar, pidiendo cócteles que ardían con llamas frías, y observaron.

<VALKYRIE>: Mi radar psiónico no detecta nada. Ni telepatía, ni precognición, ni telequinesis. Está limpio. Las máquinas de Nat tienen razón.

<ZAFIRA>: Y yo no siento ni una pizca de magia de la suerte, ni pactos con demonios del azar, ni auras de probabilidad alterada. Es... exasperantemente normal.

Silas Vane ganaba una mano tras otra con una calma imperturbable. No parecía feliz, solo eficiente. Ganaba, recogía sus fichas, y esperaba la siguiente mano. Era imposible.

Justo cuando Val se preparaba para un acercamiento más directo, el caos se desató.

Las luces de la nebulosa del techo parpadearon y se apagaron, sustituidas por parpadeantes luces de emergencia mágicas. Un pulso de energía temporal recorrió la sala, y todo, excepto una figura en el centro del casino, se ralentizó hasta casi detenerse.

—¡Valkyrie! ¡Cuánto tiempo sin verte! —la voz era metálica y arrogante.

Un hombre con una armadura cromada y circuitos parpadeantes se encontraba junto a la entrada de la cámara acorazada principal. Era "Cronosplitter", un villano de segunda fila del universo natal de Val, capaz de manipular el tiempo en áreas localizadas.

<VALKYRIE (a Zafira)>: ¡Un viejo conocido! ¡Quiere el furgón blindado de la recaudación del día! Zafira, crea una distracción. ¡Yo me encargo de él!

La burbuja de tiempo lento no afectó a Val, cuya fisiología de nivel cósmico resistía tales manipulaciones. Zafira, como ser mágico de inmenso poder, también pudo liberarse con un gesto.

Mientras Val cargaba contra su antiguo enemigo, Zafira levantó las manos y el bar entero se convirtió en un ejército de golems de cóctel que marcharon hacia Cronosplitter, lanzando aceitunas como si fueran balas de cañón.

La lucha fue breve y espectacular. Val se movía a una velocidad imposible, contrarrestando cada intento de Cronosplitter de congelarla en el tiempo. Un solo puñetazo, cargado con la fuerza de una supernova en miniatura, bastó para abollar el peto del villano y enviarlo a estrellarse contra la pared, inconsciente.

Cuando la seguridad del casino (un escuadrón de cambiaformas en modo "trol acorazado") llegó, todo había terminado. El tiempo volvió a la normalidad. Valkyrie y Zafira eran las heroínas del día.

Tras el interrogatorio y los agradecimientos, volvieron su atención a la mesa de póker. Silas Vane ni se había inmutado. Estaba barajando las cartas, esperando a que el juego se reanudara.

Y fue entonces cuando Val lo vio.

Acostumbrada a luchar contra seres que doblaban la realidad, ahora miraba con otros ojos. No buscaba magia. Miraba las manos de Silas. Y vio un arte que era, a su manera, tan impresionante como la hechicería. Vio el casi imperceptible pliegue que hacía con la uña en un as. Vio el "barajado falso" donde las cartas clave nunca cambiaban de posición. Vio el sutilísimo gesto con la mano izquierda con el que señalaba a su cómplice, una mujer con aspecto de turista al otro lado de la mesa.

Era todo un truco. Un truco de magia, sí, pero del tipo que se ve en Las Vegas, no en el plano astral.

Val se acercó a la mesa. No dijo nada. Simplemente se quedó de pie, mirando a Silas. El hombre levantó la vista, vio la expresión de Val, y su rostro se descompuso. Dejó las cartas sobre la mesa y asintió levemente. La partida había terminado.

En una sala trasera, Silas lo confesó todo. Era un viajero dimensional de un mundo tecnológicamente primitivo que había acabado atrapado en la Tierra durante una década. Aprendió de los mejores tahúres y magos de escenario. Se dio cuenta de que en un multiverso obsesionado con las amenazas mágicas, nadie recordaba cómo detectar una baraja marcada. Era el escondite perfecto.

El equipo de los cambiaformas estaba estupefacto.

—¿Así que... dobla las cartas? —preguntó la Unidad Doce, cuya cabeza era la de un minotauro.

—Es más sutil que eso —explicó Val.

Al día siguiente, Val, Zafira y un ahora cooperativo Silas Vane, dieron un seminario de formación a la seguridad del casino.

—Lección uno: el barajado Hindú —dijo Silas, manipulando las cartas con una destreza hipnótica—. Observad el movimiento del pulgar...

Los cambiaformas, seres capaces de luchar contra demonios y hechiceros, miraban con una concentración absoluta, aprendiendo el arte perdido del engaño manual. La mayor vulnerabilidad del casino no había sido mágica, sino humana.

Mientras Val explicaba la psicología del farol, supo que aquella aventura, por extraña que fuera, le había recordado algo importante. A veces, las mayores amenazas no son las que vienen del cosmos, sino las que se esconden a plena vista, en un simple gesto de la mano.

***
CONTINUARÁ...

lunes, 25 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (2): La Biblioteca Ciega


 —Una Biblioteca Ciega… —murmuró Valkyrie, con los brazos cruzados sobre el pecho. Estábamos de vuelta en la sala de reuniones de nuestro universo de bolsillo, el regalo de los Netherlords—. Un nombre apropiado para un lugar sin sonido. La infiltración será una pesadilla táctica.

—Y una pesadilla social —añadió Zafira, flotando sobre un cojín de humo cobrizo que había conjurado—. ¿Cómo se supone que voy a lanzar mis piropos más ingeniosos si nadie puede oírlos? Es una tragedia.

Samu, por su parte, me miraba con una intensidad que ignoré mientras trazaba ecuaciones en la interfaz holográfica de la mesa. —Podríamos usar un hechizo de vínculo telepático, Nat. Sería sencillo…

—No —la corté, mi tono más tajante de lo que pretendía—. La telepatía puede ser interceptada o generar su propio "ruido" psiónico. Si hay carroñeros con habilidades psiónicas, seríamos un libro abierto. Además, ya sabes que no me gusta la magia en mi cabeza.

Samu suspiró. —La Decana de la Academia de Brujas de Morgath sigue enviándote la matrícula cada semestre, ¿sabes? Aún murmura sobre la "inmensa esencia" de tu alma y cómo la desperdicias "cacharreando".

Sonreí para mis adentros. Todo había empezado de una forma tan ridícula. Un error burocrático de una diosa becaria en el Departamento de Reencarnaciones me había marcado como "pendiente de asignación" en lugar de "humana estándar". Eso llamó la atención de un dios menor, un tipo encantador y peligrosamente atractivo con aspecto de estrella de rock, que me invitó a tomar algo para "aclarar el papeleo". El bar, por supuesto, era el "Tiro Cósmico", un antro interdimensional donde una Valquiria fuera de servicio (Valkyrie) y una bruja exiliada (Samu) ahogaban sus penas. Encontré el amuleto de Zafira colgado del respaldo de una silla, como si alguien lo hubiera olvidado. Una cosa llevó a la otra.

Mi mente saltó a la gala de la academia de brujas, a la que me arrastraron Samu y la Decana. Allí conocí a Cassandra, una estudiante de la raza de las Lamia, mujeres serpiente con la habilidad de soñar retazos del futuro. Estaba sufriendo, sus sueños eran un caos doloroso. Yo no hice nada especial, de verdad. Solo me senté con ella, apliqué un poco de lógica científica a sus visiones, le ayudé a catalogarlas como si fueran datos, a encontrar patrones en lugar de ahogarse en el ruido. Desde esa noche, Cassandra no solo sueña el futuro; lo ve. Se convirtió en la oráculo más poderosa de siete dimensiones.

Ese "incidente" fue lo que me dio el valor para contactar con los Netherlords. Les dije que podía hacer algo importante para ellos, y ellos, de alguna manera, ya lo sabían. Como recompensa por mi "potencial", nos regalaron este universo de bolsillo, nuestro hogar.

Un carraspeo me sacó de mis recuerdos. En la puerta estaba la Unidad Siete, el líder de los 19 cambiaformas que compartían nuestro universo. Hoy llevaba la apariencia de un broker de Wall Street, con un traje impecable y el pelo engominado.

—Disculpa la interrupción, Jefa —dijo, mostrando una tablet—. Solo una actualización rápida del Proyecto Fortuna. Como puedes ver en esta presentación de PowerPoint, nuestras máquinas anti-trampas han sido instaladas en 37 nuevos casinos mágicos este trimestre. Las ganancias han aumentado un 12%. Los Grifos de la Banca de Orión-6 quieren hacer un pedido masivo.

—Excelente, Siete. Hablaremos de ello más tarde —respondí, despidiéndole con un gesto. Su proyecto de negocio era la razón por la que podíamos permitirnos los componentes exóticos que necesitaba. ¿Cómo evitar que elfos con visión de futuro, demonios con telequinesis o magos lectores de mentes desplumen un casino? Con mi ciencia. Y con sus habilidades de venta.

—Volviendo al problema —dije, proyectando un nuevo holograma en la mesa—. Necesitamos comunicación no sonora. He diseñado unos comunicadores psio-textuales. No transmiten pensamientos, solo convierten impulsos neuronales específicos en texto y lo proyectan en la retina del receptor a través de un enlace de grafeno cuántico. Es limpio, silencioso y no se puede hackear sin acceso físico.

Pasé las siguientes horas en mi laboratorio, un caos organizado de cables, herramientas de precisión y algún que otro peluche de Pegaso observándome desde una estantería. Soldé las microbaterías arcanas que Samu me había preparado y calibré las interfaces neuronales. Mientras trabajaba, abrí un canal seguro.

—Cassandra, soy Nat.

La imagen de la mujer serpiente apareció en mi monitor. Sus ojos dorados y sin párpados me miraron desde su santuario.
<Ya te esperaba, Natalia. La Biblioteca Ciega te llama. Veo... cristal que se rompe en silencio. Veo manos de metal y manos de carne buscando la misma página de un libro que no está escrito en tinta. Ten cuidado. Lo que buscas no es la plaga… es la cura. Y algunos creen que ciertas enfermedades son necesarias.>

La comunicación se cortó. La cura… no la plaga. Eso lo cambiaba todo.

Nos reunimos frente a un arco de metal que yo misma había construido, el generador de portales. Valkyrie había pulido su armadura y afilado su hacha de energía. Samu llevaba un nuevo atuendo de bruja de batalla, dejando atrás el traje de sirvienta, y sostenía un báculo que crepitaba de poder. Zafira se había puesto un velo de seda hecho de luz de estrellas, lo cual para ella era ir completamente vestida.

Cada una llevábamos un pequeño dispositivo sobre la sien. Lo activé.

En la esquina superior de mi visión, apareció una línea de texto verde esmeralda.
<NATALIA D.>: Prueba de comunicador. ¿Me leéis?

<SAMU>: ¡Alto y claro, pastelito! ¡Esto es genial! Puedo enviarte emojis de corazones, ¿verdad? ❤️❤️❤️

<VALKYRIE>: Recepción confirmada. Todos los sistemas en verde. A tus órdenes, Nat.

<ZAFIRA>: Mmm, sí, funciona. Aunque me parece una forma muy poco glamurosa de ligar.

Miré el portal, cuyas energías ya se arremolinaban, mostrando un vacío de un negro absoluto y silencioso. La Biblioteca Ciega nos esperaba. Junto con los carroñeros que habían oído la misma llamada.

<NATALIA D.>: Muy bien, equipo. Recordad las reglas. Cero sonido. Cero magia audible. Encontrad la investigación de los Creadores. Cassandra dice que es una cura, así que la prioridad ahora es recuperarla, no destruirla. Manteneos juntas. Entramos.

Y una por una, cruzamos el umbral hacia un mundo donde el silencio era la única ley.

El paso a través del portal fue como sumergirse en algodón negro. El cambio más impactante no fue visual, sino la total y absoluta aniquilación del sonido. Mis oídos, privados de cualquier estímulo, generaron un leve pitido en un intento desesperado por encontrar una señal. Estábamos en un mundo donde el silencio era el estado natural de la materia.

Activé mi comunicador, y el texto verde apareció en mi retina.
<NATALIA D.>: Informe de situación. Todas las unidades, confirmen estado.

<VALKYRIE>: Valkyrie, confirmada. Entorno hostil pero estable. Preparada para el combate.

<SAMU>: Samu aquí. ¡Qué sitio más espeluznante! Es como estar dentro de una burbuja de aislamiento. ¿Seguro que no puedo poner algo de música ambiental? 🎶

<ZAFIRA>: Zafira. Aburrida. No hay nada brillante que robar. Avisadme si veis una joya sónica o algo así.

Ignoré las últimas dos entradas. Mi atención estaba fija en el paisaje. Estábamos en un "valle" entre dos torres colosales que se perdían en una oscuridad superior. No eran de metal ni de piedra, sino de un material cristalino que contenía, en su interior, millones de cubos de datos perfectamente apilados, las verdaderas estanterías de la Biblioteca Ciega.

El suelo y las paredes de las torres estaban cubiertos por la flora nativa: las "plantas" fono-reactivas que ya conocíamos. Eran inmensos crecimientos hexagonales, blindados y bioluminiscentes, que pulsaban con una luz azulada. Eran los árboles de este bosque silencioso. Y entre ellos, moviéndose lentamente, estaba la fauna. Cientos de puntos de luz verdosa y anaranjada se deslizaban por el suelo. Las babosas cristalinas.

<NATALIA D.>: Atención. Tenemos contacto. Múltiples formas de vida nativas. Recordad el informe: la luz es curiosidad, el sonido es comida.

Justo en ese momento, una de las luces más grandes, del tamaño de un perro, cambió de rumbo y comenzó a deslizarse hacia nosotros. Era un "cazador". Su cuerpo gelatinoso brillaba, y docenas de púas cristalinas en su lomo refractaban la luz de nuestros trajes. Valkyrie levantó su hacha de energía, su luz zumbando silenciosamente.

<NATALIA D.>: ¡Val, no! ¡Quieta! No hagas ruido. Es lento, solo le atrae nuestra luz. Si no hay "comida", perderá el interés.

<VALKYRIE>: ¿Segura? Se acerca.

<NATALIA D.>: Segura. Atenuad todas las fuentes de luz externas. Al mínimo.

Obedecieron. A medida que el brillo de nuestros equipos disminuía, el cazador pareció confundirse. Se detuvo, sus púas girando para tratar de localizar la fuente de luz que se desvanecía. Tras un momento, reanudó su lento deambular, atraído por el resplandor de una de las plantas gigantes en la distancia.

<SAMU>: Uf, por los siete infiernos. Funciona. Eres una enciclopedia con falda, Nat.

<NATALIA D.>: La supervivencia se basa en el conocimiento. Ahora, a trabajar. Las torres son demasiado grandes para explorarlas al azar. Los Creadores habrían instalado los cubículos de lectura en zonas seguras, lejos de las molestias de la fauna. Debieron usar algún tipo de repelente. No sónico, obviamente. Escanearé en busca de vacíos en la distribución de la fauna o de frecuencias electromagnéticas anómalas.

Activé los sensores de mi traje, proyectando un mapa tridimensional del área en mi visor. La distribución de las luces de las criaturas era casi uniforme, un mar de puntos brillantes. Pero tras unos minutos de análisis, encontré lo que buscaba. A unos trescientos metros, había un "agujero" casi perfecto en el patrón. Una zona esférica de unos treinta metros de diámetro extrañamente vacía de vida.

<NATALIA D.>: Tengo un objetivo. Seguidme. Con cuidado y en silencio absoluto.

Nos movimos a través del bosque de plantas silenciosas, esquivando a los lentos cazadores y a los pequeños y rápidos "carroñeros" que se mantenían en las sombras. Al llegar al borde de la zona vacía, vimos la causa. Empotrado en la pared de una de las torres había un cubículo de lectura, su contorno apenas visible. Un tenue campo de energía, casi imperceptible, debía ser el repelente.

Entramos en el cubículo. Era espartano: un hueco para la identificación a la izquierda y un panel holográfico oscuro a la derecha. Introduje mi mano en el hueco izquierdo. No esperaba que funcionara, pero alguna energía residual debía quedar. El panel de la derecha cobró vida, proyectando un teclado y una barra de búsqueda en un silencio total.

Tecleé las palabras clave que Cassandra me había dado: "Corrupción de Silicio", "Cura", "Protocolo Final".

La base de datos respondió, mostrando la signatura de un único cubo de datos. Estaba aquí. Contenía todo lo que los Creadores habían aprendido sobre su propia plaga... y cómo detenerla.

<NATALIA D.>: Lo tengo. Iniciando la extracción.

Seleccioné el archivo. Una luz en el techo del cubículo parpadeó y, en las profundidades de la torre, algo comenzó a moverse. Y entonces, el universo se rompió.

Un chirrido metálico, agudo y oxidado, resonó desde el interior de la torre. El mecanismo de recuperación, sin mantenimiento durante eones, se quejaba con cada centímetro que se movía. Para nosotras, era un simple ruido molesto. Para este plano, era un banquete.

Al instante, todas las luces del valle se detuvieron. Y luego, todas se giraron hacia nosotros. Cientos de ellas. Los lentos cazadores comenzaron su avance implacable. Los rápidos carroñeros emergieron de las sombras, un enjambre de luces hambrientas que se precipitaba hacia el cubículo. El sonido de la máquina era un faro, un reclamo que prometía la mejor comida en milenios.

<VALKYRIE>: ¡Estamos rodeadas! ¡No podemos salir!

<SAMU>: ¡Si peleo, las explosiones atraerán a más! ¡Es una trampa mortal!

El brazo mecánico seguía acercándose, arrastrando el cubo de datos y emitiendo su canto fúnebre. Estábamos atrapadas. Luchar significaba morir. No hacer nada significaba morir. Mi mente se aceleró, descartando variables, buscando una tercera opción en una ecuación imposible.

Y entonces, la encontré. Era una locura. Era contraintuitivo. Pero era nuestra única oportunidad.

<NATALIA D.>: No ataquéis. No os mováis. Tengo una idea. Va a ser arriesgado. Preparaos para correr cuando dé la señal.

<SAMU>: ¿Qué idea? ¡Nos van a devorar!

<NATALIA D.>: Samu, confía en mí. No necesito un hechizo de fuerza. Necesito que hagas lo contrario. Cuando te lo diga, necesito que lances el pulso de silencio más potente que jamás hayas conjurado. Justo aquí.

El caos era un ballet silencioso de luces hambrientas. Cientos de criaturas, grandes y pequeñas, convergían en nuestro cubículo, atraídas por el chirrido agónico del mecanismo de la biblioteca. Estábamos en el centro de un huracán que se arremolinaba, a punto de ser devorados.

<NATALIA D.>: Samu, ¡AHORA! ¡Crea un vacío sónico! ¡Absorbe el sonido de la máquina!

Samu asintió, con el rostro tenso por la concentración. No hubo cánticos ni gestos grandilocuentes. Cerró los ojos y todo su ser se convirtió en el epicentro de una anomalía. No fue una explosión, sino una implosión. Un pulso de "anti-sonido" emanó de ella, una ola de pura nada que se extendió por el valle.

El efecto fue instantáneo y surrealista. El chirrido metálico de la máquina no se detuvo, pero fue borrado. El concepto de sonido fue cancelado en una esfera de cincuenta metros a nuestro alrededor. Para las criaturas nativas, fue como si el festín más delicioso del universo se hubiera convertido en ceniza en sus bocas invisibles.

Se detuvieron en seco. Sus luces bioluminiscentes parpadearon erráticamente. Los cazadores, más grandes, retrocedieron un par de pasos, confundidos y repelidos por esa "anti-comida" mágica. Los carroñeros, más pequeños, se dispersaron en un pánico silencioso.

El plan de Nat había funcionado. Habíamos creado una ventana.

<NATALIA D.>: ¡Val, el cubo! ¡Ve!

Valkyrie no necesitó que se lo dijeran dos veces. Salió disparada del cubículo como un misil rojo. Con una fuerza sobrehumana, saltó, se agarró al brazo mecánico que aún se movía silenciosamente en nuestro vacío sónico, arrancó el cubo de datos de su pinza y aterrizó de nuevo junto a nosotros en menos de tres segundos.

<VALKYRIE>: ¡Lo tengo!

<SAMU>: ¡No puedo mantener el vacío mucho más tiempo! ¡La presión de la realidad quiere volver a entrar!

Justo cuando nos preparábamos para correr hacia la zona de extracción, una nueva amenaza se materializó. De las sombras entre las torres de la biblioteca emergieron cinco figuras. No eran criaturas. Eran altas, delgadas y se movían con una eficiencia inhumana. Sus cuerpos eran una fusión de carne pálida y cromo pulido, y sus rostros eran máscaras espejadas sin rasgos. El "Gremio de Carroñeros" que Cassandra había previsto, aunque su aspecto era más de un culto tecnológico.

En el visor de la figura principal apareció un texto en rojo sangre.
<UNIDAD 734>: Entregad la muestra de datos, organismos primarios. La tecnología de los Creadores será asimilada. La resistencia es ineficiente.

El pulso de silencio de Samu comenzó a flaquear. El chirrido de la máquina volvió a filtrarse, primero como un susurro, luego creciendo en intensidad. Las criaturas nativas empezaban a recuperarse de su conmoción, atraídas de nuevo por la comida. Estábamos atrapados entre un enjambre hambriento y un escuadrón de cyborgs asesinos.

<NATALIA D.>: ¡No tenemos tiempo para esto! ¡Zafira, plan B!

<ZAFIRA>: ¿Estás segura, Nat? ¡Ese Eco Dimensional vale una fortuna!

<NATALIA D.>: ¡Nuestras vidas valen más! ¡Lánzalo! ¡Lejos de nosotros, hacia esa torre de la derecha! ¡Dale al universo el concierto de rock más ruidoso de su historia!

Zafira sonrió por primera vez en toda la misión. De su mano surgió una de las esferas de luz pulsante que nos dieron los Netherlords. La lanzó con la fuerza de un genio. La esfera voló cien metros y se estrelló contra una de las gigantescas plantas fono-reactivas.

La detonación no fue una explosión de fuego, sino de pura realidad. Un Big Bang en miniatura. Un GONG que resonó no solo en el aire, sino en el tejido del espacio-tiempo. Fue el sonido más grande que esta dimensión había experimentado en eones.

El efecto fue cataclísmico. Todo el ecosistema entró en un frenesí. Miles, quizás decenas de miles de criaturas de todo el valle se lanzaron ciegamente hacia el punto de impacto, ignorándonos por completo. Los cyborgs, momentáneamente sorprendidos por la magnitud del evento, se vieron obligados a defenderse del enjambre.

Pero ocurrió algo más. Algo que nadie podría haber previsto.

La energía pura del Eco Dimensional reaccionó con los cubos de memoria de las torres. Por un instante, toda la Biblioteca Ciega se iluminó como una supernova. Millones de cubos de datos resonaron a la vez, y nuestros comunicadores se volvieron locos. Fuimos bombardeadas por un torrente de datos, fragmentos de información de los Creadores que se proyectaron directamente en nuestros visores: mapas estelares de galaxias desconocidas, ecuaciones de física imposible, planos de máquinas arcanas y, lo más impactante, un rostro. La imagen holográfica de un ser alto y elegante, con piel de nácar y ojos como nebulosas, nos miró por una fracción de segundo.

Un secreto mucho mayor estaba guardado aquí. La biblioteca no era solo un archivo, era un testamento.

<NATALIA D.>: ¡Samu, el portal, AHORA!

Aprovechando la distracción total de nuestros enemigos, Samu abrió un desgarro en la realidad. Saltamos a través de él, dejando atrás el caos, el frenesí de las criaturas y a los cyborgs luchando por sus vidas.

Aterrizamos de vuelta en nuestro apartamento, el silencio del plano mortal reemplazado por el zumbido de nuestros propios sistemas. Estábamos a salvo. Valkyrie colocó el cubo de datos sobre la mesa. Habíamos conseguido la cura.

Pero en mi mente, la imagen de ese rostro, de ese Creador, seguía grabada. Y sabía, con absoluta certeza, que lo que habíamos encontrado era mucho más que la solución a una plaga. Habíamos encontrado una llave a un misterio de una magnitud que apenas podíamos empezar a comprender.

De vuelta en mi laboratorio, el silencio era bienvenido. El cubo de datos de los Creadores reposaba en un campo de contención en el centro de la sala, mientras yo me concentraba en un problema más inmediato: el torrente de información que había bombardeado nuestros comunicadores.

—¿Lo tienes? —preguntó Samu, asomada por la puerta.

—Casi —murmuré, sin apartar la vista del holograma que mostraba el flujo de datos corruptos—. Mi sistema de grabación de misiones tiene un buffer de sobrecarga diseñado para estas contingencias. No lo capturó todo, pero sí... unos 4.2 terabytes de fragmentos antes de que el bus de datos se colapsara. Es un caos, pero está aquí.

Samu sonrió. —Sabía que tu portátil mágico podría con ello.

—No es mágico, es ciencia bien aplicada —repliqué por instinto.

Me recosté en mi silla, observando mi propio reflejo en la pantalla oscura. Natalia D. N.D. Qué curioso, nunca me había parado a pensar en ello. Mi propia vida había comenzado como un expediente con un "No Data", una anomalía en el sistema cósmico sin un origen claro, hasta que aquella diosa becaria cometió su error providencial. Quizás, en el fondo, yo también era un archivo corrupto buscando ser descifrado.

—Lo que me fascina —dijo Samu, entrando y señalando un Eco Dimensional estabilizado que usábamos como fuente de energía para el laboratorio— es el poder en bruto que desatasteis. ¿De dónde vienen realmente estas cosas, Nat?

—He estado investigando eso —dije, contenta de cambiar de tema—. Los Netherlords son herméticos, pero he cruzado datos de setenta y dos dimensiones diferentes. No son "naturales". Mi mejor teoría es que son una forma de ciencia ritual avanzada. Toman la "energía onírica", la esencia psíquica colectiva de una civilización consciente a lo largo de su existencia, y la "cristalizan" en el momento exacto de la muerte térmica de su universo. Es como embotellar el último suspiro de una realidad.

—Un universo semilla... —susurró Samu, asombrada.

—Exacto. Y sí, es casi seguro que así es como crean los universos de bolsillo, como este. No lo crearon de la nada; tomaron la "semilla" de una realidad muerta y la expandieron, dándole nuevas reglas. Nosotras vivimos, literalmente, en el fantasma de un universo.

 CONTINUARÁ...

viernes, 22 de agosto de 2025

La Dama de Encajes y la Bruja de Batalla (1): La Fábrica Silenciosa


 El siseo del éter se acalló con un chasquido seco y el portal interdimensional se cerró tras nosotras, sellando la caverna en un silencio casi absoluto. Mi nombre es Natalia D., y el primer dato que registré, más por instinto que por protocolo, fue la temperatura: 26.3 grados Celsius. Mi traje, una fantasía de encajes rosas y volantes sobre un tejido balístico de nanofibras, ajustó su sistema de refrigeración interna.

—Vaya, qué calorcito más agradable —ronroneó Samu a mi lado, abanicándose el rostro con una mano—. Casi podría quitarme algo de ropa para estar más cómoda, ¿no crees, Nat?

La miré de reojo. Su uniforme de sirvienta, reliquia de nuestra última y caótica incursión en el plano de los Gatos-Demonio de Cheshire, parecía absurdamente fuera de lugar en este entorno. Pero Samu era así. Rubia, descarada y una hechicera de un poder aterrador. Y sí, como consecuencia de aquella aventura, seguía sin llevar ropa interior. Su sonrisa sugerente me indicó que era muy consciente de ello.

—La temperatura es una anomalía —repliqué, ignorando la carnada. Mi voz sonó plana, en contraste con el vibrante entorno—. El informe de los Netherlords preveía condiciones bajo cero para este sector del plano 3-KAPPA-9.

Mis ojos, de un verde esmeralda que a menudo la gente consideraba mi rasgo más llamativo, escanearon la inmensa gruta. No estábamos en una cueva ordinaria. Un bosque de hongos gigantescos, algunos tan altos como edificios de tres plantas, llenaba el espacio. Sus sombreros bulbosos pulsaban con una suave luminiscencia violácea, pero la fuente principal de la luz y el calor emanaba del centro de la caverna: una "piedra de fuego" del tamaño de un coche pequeño, brillando con un intenso color rojo anaranjado.

—Una piedra de fuego —musité, y mis dedos se deslizaron sobre la tableta de datos de mi muñeca—. Ya veo.

—¿Como las que usaban los Incursores de Cygnus X-1 para sus máquinas de vapor? —preguntó Samu, acercándose a mí con un contoneo que era pura y estudiada seducción. Apoyó su barbilla en mi hombro, su aliento cálido en mi cuello—. Esta es mucho más grande.

—Y mucho menos contenida —afirmé, dando un sutil paso al lado para recuperar mi espacio personal. Su puchero no me pasó desapercibido—. Es un cristal de trans-realidad, inestable fuera de su dimensión de origen. Su comportamiento es piezo-radiactivo. La presión atmosférica de este plano es suficiente para excitar su matriz cristalina, forzando una desintegración controlada que libera energía. En este caso, con un pico de emisión en el espectro rojo e infrarrojo. Alguien, o algo, la trajo y la dejó aquí a propósito.

—O sea, que la aprietas y da calorcito —resumió Samu con una lógica aplastante y una sonrisa pícara—. Entendido. Hay ciertas cosas que funcionan igual.

Decidí que seguir esa línea de conversación era ineficiente. Me acerqué a uno de los hongos colosales, mi falda corta de encajes susurrando con el movimiento. Saqué un muestreador y extraje una pequeña sección del tallo. La sustancia era fibrosa y sorprendentemente densa.

Tras un breve recorrido, quedó claro que la caverna no contenía nada más de interés. Ni tecnología, ni inscripciones, ni el artefacto que buscábamos.

—Salimos —ordené.

El contraste fue inmediato y brutal. Al cruzar la boca de la cueva, el aire se afiló. La temperatura cayó en picado a 17 grados y el cálido resplandor rojizo fue reemplazado por una luz gris, neutra y sin una fuente aparente. El paisaje exterior era una desolación de roca negruzca y polvo fino.

—Qué bajón —se quejó Samu, abrazándose a sí misma—. Este lugar… está muerto, Nat. No solo callado, muerto.

Tenía razón. Mis sensores no detectaban ninguna forma de vida compleja. Ni insectos, ni aves, ni la más mínima brizna de vegetación. El silencio era tan profundo que resultaba opresivo. Era el tipo de silencio que a nuestra compañera Valkyrie, la superheroína pelirroja, le habría puesto los nervios de punta, acostumbrada como estaba a su radar psiónico siempre activo. Muchos planos eran estériles, dominados por vida unicelular en sus océanos, pero esto se sentía diferente. Era un vacío deliberado.

Fue entonces cuando lo vimos. Serpenteando a través del desolado paisaje, a unos veinte metros de altura, se alzaba una estructura de metal oscuro y pulido, sostenida por elegantes columnas arqueadas.

—Un monorraíl —dijo Samu, con los ojos entrecerrados.

—No —corregí al instante, acercándome y activando el zoom óptico de mis lentes de contacto—. La sección no es plana. Tiene forma de 'V', y observa el fondo. Esos son puertos de drenaje, espaciados a intervalos regulares.

Caminamos hasta la base de una de las columnas. El metal era frío al tacto y de una aleación desconocida. No había escaleras, ni accesos, ni rastro de un vehículo. Era una vía única, un canal elevado que se perdía en el horizonte en ambas direcciones.

Mi mente, analítica y racional, procesó las variables. La forma, los drenajes, la ausencia de una fuente de energía visible. La conclusión era tan extraña como ineludible.

—No transportaba vehículos —declaré, mi voz apenas un susurro en el inmenso silencio—. Transportaba un fluido. A gran escala.

Samu me miró, su habitual actitud coqueta reemplazada por una genuina intriga.

—¿Un acueducto?

—Mucho más avanzado. Y mucho más ominoso. —Levanté la vista, siguiendo la línea negra que cortaba el cielo gris—. La pregunta no es solo a dónde llevaba… sino qué clase de líquido requería una infraestructura tan monumental en un mundo aparentemente muerto.

Y, por primera vez desde que llegamos, sentí un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura. Algo había vivido aquí. Algo inteligente, poderoso y con un propósito que ahora debíamos descubrir. La vía era nuestro único camino.

No había otra opción. El viaducto era la única hebra de civilización en un tapiz de absoluta nada. Decidimos seguirlo. Caminamos durante horas bajo la luz gris y sin fuente, con la grotesca tubería en forma de 'V' como nuestro único guía. El silencio era lo más perturbador. No era una mera ausencia de sonido; era una presencia activa, una presión en los oídos que amortiguaba hasta el roce de nuestras ropas.

—Es como si el aire se hubiera vuelto espeso y sordo —susurró Samu, acercándose instintivamente a mí—. Mi magia se siente... ahogada. No hay ecos en el éter, es como gritar contra una pared de algodón.

—No es el aire —repliqué, analizando las lecturas de mi tableta—. Mis sensores acústicos están al máximo y apenas registran decibelios ambientales. Hay una supresión activa del sonido. La energía de las ondas sónicas se está disipando de forma anómala.

Mi mirada se fijó en el material de las columnas del viaducto. Parecía metal, pero no lo era. Era algo más. Algo orgánico y a la vez mineral.

Fue después de lo que calculé como seis horas de marcha cuando la vimos en el horizonte. La fábrica. No se parecía a ninguna estructura que hubiera visto antes. No era un edificio de ángulos rectos y chimeneas, sino una inmensa geoda semi-enterrada en la llanura, una colmena de cristal facetado que pulsaba con una luz interna y cambiante. Sus colores se desplazaban lentamente por sus paredes translúcidas, pasando de un suave azul cobalto a un profundo violeta y de vuelta al azul. El viaducto se hundía directamente en su costado, como la aguja de una jeringuilla en una vena luminiscente.

A medida que nos acercábamos, la escala se volvía abrumadora. La estructura debía tener al menos un kilómetro de diámetro. Sus muros no eran lisos, sino que estaban cubiertos de una filigrana de patrones hexagonales que se contraían y expandían al ritmo de la luz cambiante.

—Es... hermoso —admitió Samu.

—Es fono-reactivo —dije, tocando la superficie de la pared. Estaba tibia y vibraba muy levemente, absorbiendo el sonido de mi guantelete al contacto—. Lo llamaría una cromo-calcita bio-luminiscente. Un material cultivado, no construido. Fuera de su entorno nativo, su matriz cristalina convierte la energía cinética de las vibraciones, como el sonido, en luz. Por eso este lugar es un sumidero acústico. El silencio es un subproducto de su propia existencia.

No había puertas, ni ventanas, ni ninguna entrada discernible más allá del punto donde el viaducto se fusionaba con el muro.

—Bueno, supongo que no vamos a llamar al timbre —dijo Samu, mientras sus manos comenzaban a crepitar con energía esmeralda—. Un pequeño hechizo de desintegración molecular debería abrirnos un hueco...

—¡No! —la detuve, sujetando su muñeca—. No sabemos cómo reaccionará este material a una descarga de energía mágica no controlada. Podría provocar una reacción en cadena. Tiene que haber una forma lógica de entrar.

Observé el punto de inserción del viaducto. El fluido plateado y viscoso que habíamos vislumbrado antes fluía sin pausa hacia el interior. Los conductos estaban hechos de otro material imposible: una aleación de Iridio-estaño de fase variable. Parecía metal líquido solidificado, y su superficie se ondulaba como si estuviera viva. En teoría, y según los escasos datos que teníamos de esta civilización, este material podía volverse intangible al ser sometido a una frecuencia de resonancia específica, permitiendo el mantenimiento o la purga del sistema.

Tras media hora de análisis, encontré una pequeña juntura de mantenimiento, un panel casi invisible con una serie de indentaciones. No era una cerradura, sino una interfaz sónica. Usando el modulador de mi guantelete, repliqué una secuencia de frecuencias armónicas hasta que, con un zumbido casi inaudible, una sección de dos metros del conducto se volvió fantasmal y translúcida.

—Después de ti —le indiqué a Samu.

Ella sonrió. —Siempre tan caballeresca, mi Nat.

El interior era una catedral del silencio. Un espacio cavernoso e iluminado por la luz azulada que emitían las propias paredes. El aire era estéril y olía a ozono y a metal frío. En lugar de maquinaria pesada, el espacio estaba lleno de enormes cristales suspendidos en campos de energía, conectados por la misma red de tuberías de fase variable que se enroscaban por el techo y el suelo como las arterias de un leviatán.

Seguimos el flujo del líquido plateado. Vimos cómo era bombeado sin bombas, impulsado por una especie de peristalsis de fase que ondulaba los conductos. El fluido pasaba a través de los gigantescos cristales, que crepitaban con arcos de luz blanca, como si estuvieran grabando información en el líquido a nivel cuántico.

—No están fabricando un objeto... —deduje en voz alta, mi mente corriendo para conectar las piezas—. Están procesando un medio. Este limo... es como un disco duro líquido. Los cristales lo están imprimiendo con... datos.

Llegamos al corazón de la fábrica, una cámara esférica en el centro del complejo. Aquí, el fluido procesado era canalizado hacia miles de pequeños receptáculos dispuestos en paneles hexagonales que cubrían las paredes. En cada receptáculo, el líquido plateado se solidificaba lentamente, cristalizando en un objeto del tamaño de una semilla de melocotón, una gema iridiscente que parecía contener una galaxia en miniatura.

Estaban fabricando "Semillas de Tránsito Dimensional".

Cada una de esas semillas era un portal de un solo uso. Una llave programada para abrir un agujero de gusano estable a un único destino predefinido. Esta civilización no viajaba con naves, viajaba plantando estas semillas.

La mayoría de los receptáculos estaban vacíos o contenían semillas rotas y apagadas, víctimas de eones de abandono. Pero en el centro de la cámara, sobre un pedestal flotante, reposaba el premio gordo. No era una semilla. Era una esfera del tamaño de un puño, hecha del mismo material cristalino de las paredes, pero de un blanco puro. De ella partían finísimas líneas de luz hacia toda la maquinaria.

—El nexo de control —susurré—. El artefacto. El mapa maestro y la clave para programar las semillas.

Avancé, extendiendo la mano para cogerlo. Samu se quedó atrás, vigilante.

En el instante en que mis dedos rozaron la superficie fría y lisa de la esfera, ocurrió algo.

El silencio se rompió.

Un zumbido bajo y profundo, la primera nota musical que oíamos en este mundo, ascendió desde las entrañas de la fábrica. Las paredes de cromo-calcita parpadearon violentamente y cambiaron su color azul sereno a un rojo pulsante de alerta. Los cristales suspendidos comenzaron a brillar con una intensidad cegadora.

La fábrica, durmiente durante milenios, había despertado. Y nosotros estábamos en su corazón.

El zumbido se convirtió en un rugido que vibraba en mis huesos. El aire, antes estéril, se cargó de un olor a ozono tan denso que casi ahogaba.

—¡Nat, el artefacto! —gritó Samu, y su voz, por primera vez, no tuvo que luchar contra el silencio.

Agarré la esfera blanca del pedestal. Estaba fría, pero vibraba con una energía inmensa. En el instante en que la aseguré en una bolsa de estasis en mi cinturón, las paredes rojas comenzaron a emitir filamentos de luz blanca que se entrelazaban en el centro de la cámara.

—Protocolo de esterilización —analicé a toda velocidad, mientras tiraba de Samu hacia la salida—. El sistema no es una alarma de seguridad, ¡es una purga! La civilización que construyó esto no cayó en la guerra, los informes de los Netherlords mencionaban una plaga. ¡Una que ellos mismos crearon!

—¿Una plaga? —dijo Samu, corriendo a mi lado.

—Una nanotecnológica, la "Corrupción de Silicio". Un arma de venganza creada por uno de ellos que se salió de control. Devoró toda la materia orgánica y luego inorgánica del planeta. ¡La fábrica va a incinerar todo el complejo para evitar que se propague!

—¿Y quién va a oír la "alarma" si todos están muertos? —jadeó.

—¡Nadie! No es una alarma, es una cuenta atrás. ¡Y nosotros la hemos activado!

Corrimos por los pasillos ahora bañados en una luz estroboscópica roja. El zumbido era ensordecedor. Samu, sin necesidad de que se lo pidiera, extendió sus manos y un escudo de energía verde nos envolvió justo cuando una de las tuberías de fase variable reventó, liberando el limo plateado que se solidificó al instante en afiladas agujas de cristal.

Llegamos al muro exterior. El conducto por el que entramos estaba sellado.

—¡No hay tiempo! —grité.

—Aparta —ordenó Samu. Su tono ya no era juguetón, sino el de una archimaga en su elemento.

Canalizó su poder y, en lugar de un hechizo de desintegración, lanzó una runa de dislocación espacial. El aire frente a nosotros se dobló como un espejo, mostrando por un instante nuestro propio apartamento, y luego cruzamos.

Caímos sobre una alfombra mullida en nuestro centro de operaciones, una espaciosa suite extradimensional cuya entrada física estaba discretamente oculta tras la puerta de un lavadero en Tokio. El sonido de la alarma de la fábrica fue reemplazado por una suave música ambiental.

—¡Estáis de vuelta! —una voz profunda y cálida nos recibió.

Valkyrie, nuestra superheroína, estaba allí. Su largo cabello rojo caía en cascada sobre los hombros de un sencillo atuendo deportivo que no podía ocultar su escultural figura de reloj de arena. En sus manos sostenía una taza de té. Su rostro, normalmente sereno, mostraba alivio.

—Natalia, ¿estás bien? Tus signos vitales están elevados.

—Estamos bien, Val —dije, tratando de regular mi respiración—. Misión cumplida.

De un amuleto de lapislázuli que colgaba de mi cuello emanó un humo cobrizo que se materializó en Zafira, nuestra genio mágica. Su piel del color del bronce bruñido estaba adornada con marcas luminiscentes que se movían lentamente, y, como de costumbre, estaba gloriosamente desnuda.

—Uf, qué aburrimiento de plano —bostezó, estirándose con una pereza felina—. Ni un alma con la que flirtear. ¿Habéis traído algo brillante?

Antes de que pudiera responder, me dirigí a mi habitación para asegurar el artefacto. Mi cuarto era mi santuario, un reflejo perfecto de mi dualidad. Una pared estaba cubierta con una estación de trabajo de alta tecnología: osciloscopios, impresoras 3D de materia exótica y diagramas holográficos. La otra mitad era un sueño de princesa: una cama con dosel y cortinas de encaje rosa, y una colección de peluches de "Mi Pequeño Pegaso Interdimensional" cuidadosamente ordenados. Era la fusión de un laboratorio de vanguardia con la habitación de una niña de doce años.

Las habitaciones de las demás eran igual de personales. La de Samu era un boudoir de bruja, con terciopelos morados, un grimorio antiguo flotando sobre un atril y el aire perfumado con incienso y pociones. La de Valkyrie era un gimnasio espartano combinado con una acogedora biblioteca, un espacio de orden y fuerza. Y Zafira... bueno, su "habitación" era el paraíso dentro del amuleto, un oasis de cojines de seda y fuentes encantadas bajo un cielo estrellado perpetuo.

Una hora después, nos presentamos ante los Netherlords. Su "sala del trono" era un espacio no-euclidiano donde la gravedad era una sugerencia y las constelaciones se arremolinaban en lugar de paredes.

Los Netherlords eran tan imponentes como siempre. Eran tres figuras de casi tres metros de altura, enfundadas en armaduras de obsidiana y hueso que parecían haber crecido sobre sus cuerpos. No había juntas ni remaches, solo una superficie perfecta de poder antiguo. Sus cascos eran lisos, sin visores, con runas arcanas que brillaban con una luz interna. No caminaban, flotaban a centímetros de un suelo que era pura oscuridad. Eran la imagen perfecta de hechiceros de batalla medievales llevados a una escala cósmica.

—Habéis tenido éxito —resonó una de las voces, un coro de ecos y poder.

Di un paso adelante y presenté la esfera blanca. Flotó de mi mano a la suya.

—El Nexo de Control, como solicitaron. La tecnología de tránsito de los Creadores.

El Netherlord examinó el artefacto. —Vuestro pago.

Del aire se materializó un cofre. Dentro, no había oro, sino tres esferas de luz pulsante. Ecos Dimensionales Estabilizados. La moneda de mayor valor que existía. Materia prima de la creación. Con ellos, yo podría sintetizar aleaciones imposibles, Samu podría potenciar un hechizo a niveles divinos, Zafira podría crear un nuevo paraíso en su amuleto y Valkyrie podría forjar una armadura aún más indestructible.

—¿Por qué? —pregunté, una osadía que solo yo me permitía—. ¿Por qué los hechiceros más poderosos del multiverso necesitan un método no mágico para viajar?

Hubo una pausa. La luz de sus runas se intensificó.

—La magia, niña —dijo otra de las figuras—, es ruidosa. Cada salto, cada hechizo, crea ondas en el tejido de la realidad. Ondas que atraen la atención.

—¿La atención de quién? —terció Samu.

—De lo que nada en el vacío entre los universos. De los Devoradores de Magia. Entidades para las que nuestra hechicería es un faro en la oscuridad, un festín esperando ser reclamado. El viaje sin magia… es viaje en silencio. Es el único modo de ir a donde ellos no puedan oírnos.

La revelación nos dejó heladas. Nuestros poderosos y enigmáticos clientes no buscaban una nueva arma, sino una forma de esconderse.

El tercer Netherlord se dirigió de nuevo a mí.

—El protocolo de esterilización que activasteis… su señal no fue local. Fue una transmisión de banda ancha interdimensional. Una última advertencia de los Creadores sobre la Corrupción de Silicio.

—¿Y qué significa eso? —pregunté.

—Significa que otros lo han oído. Carroñeros. Facciones que buscan controlar la plaga como arma. La señal emanaba de un punto, pero apuntaba a otro: la fuente de su investigación. Una "Biblioteca Ciega" en un plano donde el concepto de sonido no existe. Debéis llegar allí antes que nadie. Asegurad el conocimiento de los Creadores sobre la plaga. Y destruidlo.

Una nueva misión. Más peligrosa, más extraña. Y esta vez, no éramos los únicos que íbamos a por el premio.


CONTINUARÁ...

lunes, 18 de agosto de 2025

La Bala de Polvo Relativista: Un Viaje Imposible

 Imagina una mota de polvo, una de esas pequeñas partículas que bailan en un rayo de luz. Ahora, imagina esa misma mota de polvo acelerada a una velocidad tan vertiginosa que el universo se contrae a su alrededor. A , esta mota no es solo una partícula, sino un proyectil de energía inimaginable. ¿Qué le pasaría al chocar con el aire? Este no es un simple choque; es una colisión de la física clásica con la física nuclear y la relatividad, un evento que duraría una fracción de segundo, pero que liberaría una potencia destructiva descomunal.

La Perspectiva Relativista de la Mota de Polvo

Antes de que la colisión ocurra, la mota de polvo experimenta el universo de una forma muy diferente. La teoría de la relatividad especial de Einstein entra en juego con dos efectos principales: la contracción de Lorentz y el aumento de la masa relativista.

La velocidad de la mota, $v = 0.9999999999c$, nos da un factor de Lorentz ($\gamma$) enorme, que es la clave de todos los efectos:

$$\gamma = \frac{1}{\sqrt{1-\frac{v^2}{c^2}}}\approx 70710.68$$

  1. Contracción de Lorentz: Desde la perspectiva de la mota de polvo, la longitud del camino a través del aire se contrae. Una distancia de 1 metro se percibiría como solo  metros, es decir, alrededor de 14 micrómetros. Esto hace que las moléculas de aire parezcan estar increíblemente densas y cercanas, como si formaran una pared sólida.

  2. Masa Relativista y Energía Cinética: La masa de la mota de polvo aumenta a $m'=\gamma m_0$​, donde $m_0$​ es su masa en reposo. Una mota de polvo típica tiene una masa de alrededor de $10^{−9}$ kg. Su masa efectiva se convertiría en unas 70 toneladas. La energía cinética ($E_k$​) de esta mota sería simplemente alucinante:

    $$E_k = (\gamma -1)m_0 c^2$$ 

    Considerando una mota de polvo de carbono ($C^{12}$), hierro ($Fe^{56}$) o uranio ($U^{238}$), su energía cinética superaría la de un tren de alta velocidad en plena marcha.

El Medio Hostil y la Sección Eficaz

Para calcular la probabilidad de una colisión, necesitamos saber qué tan denso es el "blanco". A una presión de 1 atmósfera () y una temperatura de , podemos usar la ley de los gases ideales para encontrar la densidad numérica () de moléculas de nitrógeno () por metro cúbico:

$$ P = nk_B T$$

$$ n = \frac{P}{k_B T} = \frac{101325 Pa}{(1.38 \times 10^{-23} J/K) \times 300 K} \approx 2.45 \times 10^{25} moléculas/m^3$$

Esta es la cantidad de moléculas que la mota de polvo "verá" por cada metro que avance.

Aquí es donde entra tu punto crucial. El camino libre medio ($\lambda$), la distancia promedio que recorrerá la mota antes de una colisión, depende de la sección eficaz de la colisión ($\sigma$). La sección eficaz no es el tamaño físico del objeto, sino una medida de la probabilidad de que una interacción específica ocurra. La fórmula es:

$$\lambda = \frac{1}{n\sigma}$$

La sección eficaz total de la mota de polvo sería la suma de las secciones eficaces de todos los núcleos que la componen. Para una mota de polvo de un radio de , podemos estimar su masa y el número de átomos, asumiendo una densidad típica.

  • Carbono (): El isótopo más estable. La sección eficaz para colisiones inelásticas de alta energía es de aproximadamente . Un choque con un núcleo de nitrógeno a esta energía resultaría en una reacción de espalación nuclear, fragmentando ambos núcleos. La mota de carbono se desintegraría.

  • Hierro (): El isótopo más estable de hierro. Las secciones eficaces para el hierro son de un orden de magnitud similar a las del carbono. El hierro es el final de la cadena de fusión, por lo que las reacciones de espalación liberarían aún más energía al romper los núcleos más pesados.

  • Uranio ($U^{238}$): El isótopo más estable y usado en uranio empobrecido. El uranio es un núcleo muy pesado, lo que lo hace propenso a la fisión nuclear espontánea y a las colisiones inelásticas. La energía liberada por una reacción de este tipo sería enorme.

Con nuestros valores, el camino libre medio para la primera colisión sería de unos 1500 metros. Esta primera colisión sería el evento catastrófico que fragmentaría la mota de polvo, liberando una cascada de partículas secundarias.

Radiación de Cherenkov y el "Boom Sónico" de la Luz

Un aspecto fascinante de este escenario es que la velocidad de la mota de polvo ($v = 0.9999999999c$) es superior a la velocidad de la luz en el aire. La velocidad de la luz en un medio ($c_{medio}$) es  , donde el índice de refracción del aire es de aproximadamente 1.0003. Esto significa que la mota de polvo, una partícula cargada, emitiría radiación de Cherenkov.

Esta radiación es un cono de luz azulada que se emite cuando una partícula sobrepasa la velocidad de la luz en el medio. La energía perdida por este proceso es:

$$ \frac{dE}{dx} = \frac{q^2}{4\pi \epsilon_0}\int_{\omega_{min}}^{\omega_{max}}\left({1-\frac{c^2}{n(\omega)^2v^2}}\right)\omega d\omega$$

donde q es la carga, y n($\omega$) es el índice de refracción dependiente de la frecuencia.

Sin embargo, la energía liberada en cada colisión nuclear inelástica (del orden de gigaelectronvoltios o más) es muchos órdenes de magnitud superior a la energía perdida por la radiación de Cherenkov. Mientras que la radiación de Cherenkov es un efecto visual dramático, la destrucción real sería impulsada por las colisiones.

La Destrucción en el Área Circundante

El final de la mota de polvo no sería silencioso. La primera colisión nuclear inelástica liberaría una cantidad de energía concentrada en un instante, creando un punto de plasma y una onda de choque. La lluvia de partículas secundarias, viajando a velocidades relativistas, seguiría impactando con los átomos de aire, creando un cono de plasma ionizado. La destrucción sería similar a un mini-rayo de alta energía que ionizaría y calentaría el aire, dejando a su paso una estela de vacío y una nube de subpartículas inestables.

En resumen, la mota de polvo no se desintegraría gradualmente. Sería borrada de la existencia en su primera colisión nuclear después de un viaje de unos mil metros, convirtiéndose en el epicentro de un evento de física de partículas que vaporizaría el aire a su alrededor.

Bibliografía y Lecturas Adicionales

  1. Reid, R. J. (2012). Particle Physics and Cosmology: A Guided Tour. John Wiley & Sons.

  2. Jackson, J. D. (1998). Classical Electrodynamics. John Wiley & Sons.

  3. Bethe, H. A., & Heitler, W. (1934). Passage of electrons and quanta through matter. Proceedings of the Royal Society of London. Series A, Mathematical and Physical Sciences, 146(856), 83-112.

viernes, 15 de agosto de 2025

El Efecto Coriolis: El Baile Oculto de la Rotación

 El mundo en el que vivimos es un sistema en constante movimiento. La Tierra, un gigantesco cuerpo que rota sobre su eje, impone una fuerza aparente a todo lo que se mueve sobre su superficie: el efecto Coriolis. Aunque no la sentimos directamente, esta "fuerza fantasma" es responsable de fenómenos que van desde la curiosa oscilación de un péndulo hasta la formación de masivos ciclones. En esta entrada, desvelaremos cómo la rotación de nuestro planeta orquesta este baile invisible y cómo se manifestaría en un futuro hábitat espacial.

¿Qué es el Efecto Coriolis?

El efecto Coriolis no es una fuerza real en el sentido newtoniano, sino una fuerza inercial o aparente que aparece en los sistemas de referencia no inerciales, como la Tierra en rotación. Imagina que intentas caminar en línea recta desde el centro de un carrusel en movimiento hacia el borde. Para un observador externo, tu camino es recto. Sin embargo, para ti, que estás girando con el carrusel, la trayectoria del borde se curva, haciéndote sentir una "fuerza" que te desvía.

En la Tierra, esta desviación ocurre porque diferentes latitudes se mueven a diferentes velocidades tangenciales. La velocidad es máxima en el ecuador y nula en los polos. Cualquier objeto que se mueva por la superficie terrestre será afectado. La fórmula para la fuerza de Coriolis $F_C$ sobre un objeto de masa $$ es:

$$ F_C = -2m(\vec{\omega} \times \vec{v})$$

Donde $\vec{\omega}$ es la velocidad angular de la Tierra y $\vec{v}$ es la velocidad del objeto. El producto cruz ($times$) indica que la fuerza de Coriolis es siempre perpendicular tanto a la velocidad de rotación como a la velocidad del objeto, lo que resulta en una desviación hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur.

El Péndulo de Foucault: La Prueba Irrefutable de la Rotación

Una de las demostraciones más elegantes y visuales del efecto Coriolis es el péndulo de Foucault. Un péndulo masivo suspendido de un cable largo oscila en un plano fijo en el espacio. Sin embargo, para nosotros, que estamos en la superficie de la Tierra, el plano de oscilación del péndulo parece rotar lentamente a lo largo del día. Esta rotación aparente es causada directamente por la fuerza de Coriolis que actúa sobre el péndulo a medida que se mueve.

En el Polo Norte, donde el efecto Coriolis es máximo, el péndulo completa una rotación de en exactamente 24 horas. En el Polo Sur, hace lo mismo, pero en la dirección opuesta. En el ecuador, donde la fuerza de Coriolis sobre un objeto horizontal es nula, el péndulo no rota en absoluto. Este fenómeno es una evidencia irrefutable de que la Tierra está rotando.

Ciclones Terrestres y el Efecto Coriolis

La formación de ciclones y huracanes es el ejemplo más dramático de cómo el efecto Coriolis moldea nuestro planeta. Estos sistemas climáticos se forman alrededor de zonas de baja presión. A medida que el aire se precipita hacia el centro de la baja presión, la fuerza de Coriolis desvía su trayectoria.

  • En el hemisferio norte, la desviación hacia la derecha hace que el aire gire en sentido antihorario (en contra de las agujas del reloj) a medida que se mueve hacia el centro.

  • En el hemisferio sur, la desviación hacia la izquierda causa que el aire gire en sentido horario.

Este efecto es lo suficientemente fuerte como para organizar el flujo masivo de aire a escala continental, dando a los ciclones su característica forma de espiral. Es importante destacar que el efecto Coriolis es demasiado débil para influir en la dirección del agua que se drena en un fregadero, un mito muy popular.

El Efecto Coriolis en una Estación Espacial en Rotación

Imagina ahora una estación espacial en rotación, como una Esfera de Bernal o un toroide. La rotación de esta estructura no es accidental, sino que está diseñada para generar una gravedad artificial a través de la fuerza centrífuga. A diferencia de la Tierra, el eje de rotación de la estación es perfectamente perpendicular a la "gravedad" que sienten sus habitantes.

El efecto Coriolis en este entorno es muy diferente al de la Tierra, y tu análisis es el correcto. La fuerza de Coriolis se manifiesta en direcciones que son perpendiculares al movimiento y al eje de rotación. Para un observador que se mueve en el sistema de referencia rotatorio, los efectos son los siguientes:

  1. Movimiento alrededor del anillo (tangencial a la dirección de rotación):

    Si un objeto se mueve "sobre el suelo" en el mismo sentido de rotación (ω), su velocidad se suma a la de la estación, aumentando la fuerza centrífuga y haciéndolo sentir más pesado. Si se mueve en sentido contrario, la velocidad se resta, la fuerza centrífuga disminuye y se siente más ligero. Este efecto, sin embargo, no es una fuerza de Coriolis, sino un cambio en la fuerza centrífuga aparente.

  2. Movimiento radial (hacia o lejos del eje):

    Cuando un objeto se mueve en dirección vertical con respecto al "suelo" (es decir, radialmente hacia el eje de rotación o alejándose de él), su velocidad v es perpendicular al vector de rotación ω. La fuerza de Coriolis resultante FC​ es perpendicular a ambos, lo que significa que es una fuerza de deflexión horizontal. Esta es la fuerza que causaría que el aire que se mueve radialmente sea desviado tangencialmente, creando un vórtice.

Esto es fundamental para entender por qué la formación de un ciclón en una estación espacial sería diferente. Un flujo horizontal de aire hacia una zona de baja presión en el centro sería desviado por la fuerza de Coriolis para crear un patrón de vorticidad que está alineado tangencialmente con el anillo, girando en el plano del toroide. El ciclón de una estación espacial no sería un "remolino vertical" como en la Tierra, sino un vórtice plano, perfecto para un entorno de gravedad artificial uniforme.